La crítica y la censur
Los que visitan nuestras instituciones y ven trabajos que no se
realizan en la forma más adecuada, si tienen la experiencia necesaria
y conocen una forma mejor de administrar, debieran compartir sus
impresiones con los encargados y ayudarles a comprender cuál es
el procedimiento correcto que deben seguir. Los que no hacen esto
descuidan su deber y son infieles a la responsabilidad que Dios les ha
dado. Si tales personas se retiran de esa institución sin decir nada a
los dirigentes, y comentan con otras personas ajenas a la institución
que encontraron fallas en la administración, que encontraron que
en los departamentos se incurría en gastos sin beneficio para la
institución, fallan en manifestar el espíritu cristiano y son infieles a
sus hermanos y a Dios. El Señor quiere que difundan luz, si es que
la poseen; y si no tienen un plan de acción bien estructurado para
sugerir, hacen mal en hablar a otros de los errores que han visto.
Si no dan a los obreros el beneficio de su sabiduría supuestamente
superior, si se limitan a encontrar errores sin decir, en forma correcta,
cómo se puede mejorar, no sólo dañan la reputación de la institución,
sino también de los obreros, quienes podrían estar actuando en la
mejor forma que saben.
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Hay que considerar cuidadosamente estas cosas. Que cada hom-
bre y mujer se pregunte: “¿De parte de quién estoy? ¿Estoy tra-
bajando para edificar o para derribar uno de los instrumentos de
Dios?”
Hay algo que me entristece mucho, y es que no siempre existe
armonía entre los obreros en nuestras instituciones. He pensado, ¿es
posible que haya alguien que encuentre faltas en las personas con
quienes se relaciona en la obra? ¿Hay alguien que sugerirá a los
pacientes o a los visitantes o compañeros en la obra que hay muchas
cosas que debieran hacerse pero que no se hacen, y que hay otras
muchas cosas que no se hacen correctamente? Si lo hacen, no están
haciendo la obra de los cristianos.
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Health, Philanthropic, and Medical Missionary Work, 23-26 (1885)
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