Página 342 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Imparcialidad en los sueldos
Querido Hermano,
No pensé que pasaría tanto tiempo antes de cumplir mi promesa
de escribirle. He estado meditando en el asunto de los sueldos, lo
que constituía una preocupación para usted. Usted sugiere que si
pagáramos sueldos más altos podríamos contratar a personas de
habilidad que podrían desempeñar importantes cargos de confianza.
Eso podría ser así, pero lamentaría mucho ver a nuestros obreros
trabajar por el sueldo que reciben. La causa de Dios necesita obreros
que hagan un pacto con él por medio del sacrificio, que trabajen por
amor a las almas y no por el sueldo que reciben.
Su sentimiento concerniente a los sueldos, mi muy respetado
hermano, es el lenguaje del mundo. Servicio es servicio, y una clase
de trabajo es tan esencial como la otra. A cada persona se le da su
trabajo. Hay trabajo duro y exigente que se debe realizar, trabajo que
significa exigencias desagradables y que requiere habilidad y tacto.
En la obra de Dios, las facultades físicas tanto como las mentales
deben ponerse a contribución, y ambas son indispensables. Las unas
son tan necesarias como las otras. Si intentáramos trazar una línea
entre el trabajo mental y el físico, nos colocaríamos en una posición
muy difícil.
El experimento de pagar sueldos elevados se ha puesto a prueba
en las casas publicadoras. Algunas personas han recibido sueldos
elevados, mientras que otras que hacían un trabajo igualmente fuerte
y exigente, han recibido apenas lo necesario para sustentar a sus
familias. Sin embargo, las exigencias para ellos han sido igualmente
grandes, y con frecuencia estas personas han trabajado en exceso y
han estado agotadas, mientras otras, que no soportaban ni la mitad
de la misma carga, recibían el doble de salario. El Señor ve todas
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estas cosas, y ciertamente pedirá cuenta a los responsables, porque
es un Dios de justicia y equidad
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Special Testimonies, Series B 19:32-33 (1902)
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