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Consejos Sobre la Salud
La curación de los leprosos
“Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres
leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo:
¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio
les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras
iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había
sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró
rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano.
Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados?
Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quién volviese y diese gloria
a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha
salvado”.
Lucas 17:12-19
.
Aquí hay una lección para todos nosotros. Estos leprosos estaban
tan corrompidos por la enfermedad, que habían sido apartados de
la sociedad para que no contaminaran a otros. Las autoridades les
habían fijado un límite. Jesús se encontraba cerca de ellos, y en su
gran sufrimiento clamaron a él quien era el único que tenía poder
para aliviarlos. Jesús les ordenó que se presentaran a los sacerdotes.
Tenían fe y creían en el poder de Cristo para sanarlos. Cuando se
alejaban, se dieron cuenta que ya no padecían más la enfermedad tan
horrible. Pero uno solo sintió gratitud, uno solo sintió su profunda
deuda con Cristo por la gran obra que había hecho en él. Este regresó
alabando a Dios, y con gran humildad cayó a los pies de Cristo
reconociendo con agradecimiento la obra realizada en su favor. Y
este hombre era un extranjero; los otros nueve eran judíos.
Por amor a este hombre, quien haría un uso correcto de la bendi-
ción de la salud, Jesús sanó a los diez. Los otros nueve se retiraron
sin reconocer la obra que se había realizado y no agradecieron a
Jesús por la sanidad que recibieron.
Algo parecido sucederá con los médicos del Instituto de Salud.
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Pero si en su obra realizada para ayudar a la humanidad doliente, uno
de cada veinte realiza un uso adecuado de los beneficios recibidos y
aprecia los esfuerzos efectuados en su favor, los médicos debieran
sentirse agradecidos y satisfechos. Si se salva una vida de cada diez,
y si se salva un alma de cada cien para el reino de Dios, todos los
que se relacionan con el Instituto habrán sido ampliamente pagados
por sus esfuerzos. Sus ansiedades y preocupaciones no se habrán