Se necesita una obra de reforma
Vivimos en medio de una “epidemia de crímenes,” frente a la
cual, en todas partes, los hombres pensadores y temerosos de Dios se
sienten horrorizados. Es indescriptible la corrupción prevaleciente.
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Cada día nos trae nuevas revelaciones de luchas políticas, cohechos
y fraudes. Cada día trae su porción de aflicciones para el corazón
en lo que se refiere a violencias, anarquía, indiferencia para con
los padecimientos humanos, brutalidades y muertes alevosas. Cada
día confirma el aumento de la locura, los asesinatos y los suicidios.
¿Quién puede dudar de que los agentes de Satanás están obrando en-
tre los hombres con creciente actividad, para perturbar y corromper
la mente, manchar y destruir el cuerpo?
Y mientras que abundan estos males en el mundo, es demasiado
frecuente que el Evangelio se predique con tanta indiferencia que
no hace sino una débil impresión en la conciencia o la conducta de
los hombres. En todas partes hay corazones que claman por algo
que no poseen. Suspiran por una fuerza que les dé dominio sobre el
pecado, una fuerza que los libre de la esclavitud del mal, una fuerza
que les dé salud, vida y paz. Muchos que en otro tiempo conocieron
el poder de la Palabra de Dios, han vivido en lugares donde no se
reconoce a Dios y ansían la presencia divina.
El mundo necesita hoy lo que necesitaba mil novecientos años
atrás, esto es, una revelación de Cristo. Se requiere una gran obra
de reforma y sólo mediante la gracia de Cristo podrá realizarse esa
obra de restauración física, mental y espiritual.—
El Ministerio de
Curación, 101-102
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