Página 418 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Consejos Sobre la Salud
su medio. Si ellos quieren vivir de acuerdo a toda palabra que
el pronunció, se cumplirán para ellos todas las buenas palabras y
promesas. Pero si no prestan una obediencia perfecta, las grandes y
preciosas promesas quedarán sin efecto.
Todo lo que puede hacerse al orar por los enfermos es importunar
fervientemente a Dios en su favor, y entregar en sus manos el asunto
con perfecta confianza. Si miramos a la iniquidad y la conservamos
en nuestro corazón, el Señor no nos oirá. El puede hacer lo que
quiere con los suyos. El se glorificará por medio de aquellos que le
sigan tan completamente que se sepa que es su Señor, que sus obras
se realizan en Dios.
Fe y obediencia
Cristo dice: “Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”.
Juan
12:26
. Cuando acudimos a él, debemos orar porque nos permita
comprender y realizar su propósito, y que nuestros deseos e intereses
se pierdan en los suyos. Debemos reconocer que aceptamos su
voluntad, y no orar para que él nos conceda lo que pedimos. Es mejor
para nosotros que Dios no conteste siempre nuestras oraciones en el
tiempo y la manera que nosotros deseamos. El hará para nosotros
algo superior al cumplimiento de todos nuestros deseos; porque
nuestra sabiduría es insensatez.
Nos hemos unido en ferviente oración en derredor del lecho
de hombres y mujeres y niños enfermos, y hemos sentido que nos
fueron devueltos de entre los muertos en respuesta a nuestras fervo-
rosas oraciones. En esas oraciones nos parecía que debiéramos ser
positivos, y que, si ejercíamos fe, no podíamos pedir otra cosa que
la vida. No nos atrevíamos a pedir: “Si esto ha de glorificar a Dios”,
temiendo que sería admitir una sombra de duda. Hemos observado
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ansiosamente a los que nos fueron devueltos, por así decirlo, de entre
los muertos. Hemos visto a algunos de éstos, especialmente jóvenes,
que recobraron la salud: se olvidaron luego de Dios, se entregaron a
una vida disoluta, ocasionaron así pesar y angustia a sus padres y
a sus amigos, y avergonzaron a quienes temían orar por ellos. No
vivieron para honrar y glorificar a Dios, sino para maldecirlo con
sus vidas viciosas.