Página 421 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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La fe y las obras
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nada que nosotros podamos hacer. Todo lo contrario, debemos hacer
lo mejor posible para utilizar los recursos que el Señor ha provisto
en su bondad para satisfacer nuestras necesidades.
He visto muchas veces que al orar por los enfermos se llevan
las cosas a un extremo, por eso he sentido que esa parte de nuestra
experiencia requiere mucho pensamiento sólido y santificado, para
que no hagamos cosas que podríamos llamar fe, pero que realmente
no son nada más que presunción. Las personas agobiadas por la
aflicción necesitan ser aconsejadas sabiamente, para que actúen con
discreción; y mientras se colocan ante Dios para que se ore por ellas
a fin de que sean sanadas, no deben adoptar la posición de que los
métodos de restauración de la salud de acuerdo con las leyes de la
naturaleza tienen que ser descuidados. Si suponen que al orar por el
sanamiento no deben usar los remedios sencillos provistos por Dios
para aliviar el dolor y ayudar a la naturaleza en su obra, por temor
a que eso signifique una negación de la fe, están adoptando una
posición que no es sabia. Eso no es una negación de la fe, sino que
está en estricta armonía con los planes de Dios. Cuando Ezequías
estuvo enfermo, el profeta de Dios le llevó un mensaje según el cual
debía morir. El clamó a Dios, y el Señor oyó a su siervo y realizó
un milagro por medio de él, y le dio un mensaje al rey diciéndole
que se habían añadido quince años más a su vida. Una sola palabra
pronunciada por Dios, un solo toque de su dedo divino, habría sido
suficiente para sanar instantáneamente a Ezequías, pero Dios le envió
instrucciones especiales según las cuales debía aplicar una pasta de
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higos a la parte afectada, con lo cual el rey sanó y fue vivificado. En
todas las cosas debemos actuar de acuerdo con las instrucciones de
la providencia de Dios.
El instrumento humano debiera tener fe y colaborar con el poder
divino, usar toda facilidad a su alcance, y tomar ventaja de todo lo
que, de acuerdo con su inteligencia, sea benéfico y esté en armonía
con las leyes naturales. Al hacer esto, no está negando su fe.