El ejercicio correcto de la volunta
Las víctimas de los malos hábitos deben reconocer la necesidad
del esfuerzo personal. Otros harán con empeño cuanto puedan para
levantarlos, y la gracia de Dios les es ofrecida sin costo. Cristo podrá
interceder, sus ángeles podrán intervenir; pero todo será en vano si
ellos mismos no resuelven combatir personalmente.
Las últimas palabras de David para Salomón, joven a la sazón
y a punto de ceñir la corona de Israel, fueron éstas: “Esfuérzate, y
sé varón”.
1 Reyes 2:2
. A todo hijo de la humanidad, candidato a
inmortal corona, van dirigidas estas palabras inspiradas: “Esfuérzate,
y sé varón”.
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A los que ceden a sus apetitos se les ha de inducir a ver y reco-
nocer que necesitan renovarse moralmente si quieren ser hombres.
Dios les manda despertarse y recuperar, con las fuerzas de Cristo,
la dignidad humana dada por Dios y sacrificada a la pecaminosa
satisfacción de los apetitos.
Al sentir el terrible poder de la tentación y la fuerza arrebatadora
del deseo que le arrastra a la caída, más de uno grita desesperado:
“No puedo resistir al mal”. Decidle que puede y que debe resistir.
Bien puede haber sido vencido una y otra vez, pero no será siempre
así. Carece de fuerza moral, y le dominan los hábitos de una vida de
pecado. Sus promesas y resoluciones son como cuerdas de arena. El
conocimiento de sus promesas quebrantadas y de sus votos malo-
grados le debilitan la confianza en su propia sinceridad, y le hacen
creer que Dios no puede aceptarle ni cooperar con él; pero no tiene
por qué desesperar.
Quienes confían en Cristo no han de ser esclavos de tendencias
ni hábitos hereditarios ni adquiridos. En vez de quedar sujetos a la
naturaleza inferior, han de dominar sus apetitos y pasiones. Dios
no deja que peleemos contra el mal con nuestras fuerzas limitadas.
Cualesquiera que sean las tendencias al mal, que hayamos heredado
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El Ministerio de Curación, 130-135 (1905)
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