El evangelismo médico
Melbourne, Australia,
16 de septiembre de 1892.
Estoy profundamente interesada en el trabajo médico misionero
y en la educación de hombres y mujeres para llevar a cabo esta obra.
Desearía ver que haya cien personas estudiando enfermería donde
actualmente hay sólo una. Y así debería ser. Tanto los hombres como
las mujeres serían mucho más útiles como misioneros médicos que
como misioneros sin conocimientos de medicina. Cada vez estoy
más convencida de que se debe dar un testimonio más decidido
acerca de este asunto, que se deben realizar esfuerzos más directos
con el fin de interesar a las personas adecuadas para exponerles las
ventajas que cada misionero tendría si comprendiera cómo tratar a
los que padecen enfermedades físicas, juntamente con ministrar a las
almas enfermas de pecado. Esta doble ministración le dará entrada
a los hogares al obrero que trabaja con Dios, y lo capacitará para
alcanzar a todas las clases sociales.
Un conocimiento inteligente del tratamiento de las enfermedades
basado en los principios de la higiene, conquistará la confianza de
muchas personas que de otro modo nunca serían alcanzadas con la
verdad. La aflicción hace que muchos se vuelvan de espíritu humilde,
y cuando alguien que trata de aliviar los sufrimientos físicos les habla
tiernamente la palabra de verdad a estas personas, les puede tocar el
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corazón. La oración—corta, y llena de la simpatía más tierna—que
presenta con fe a la persona sufriente ante el Gran Médico, inspirará
en ella una confianza, un sentimiento de descanso confiado, que
contribuirá tanto a la salud del alma como a la del cuerpo
Me ha sorprendido mucho que algunos médicos me preguntaran
si no pienso que sería más agradable a Dios que abandonaran su
práctica médica para dedicarse de lleno al ministerio. Estoy prepara-
da para contestar tal averiguación: si además de ser cristiano usted
es un médico competente, se haya calificado para realizar un bien
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Medical Missionary, 1 de noviembre de 1892
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