Página 649 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Consejos a los médicos y enfermeros
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ciones de llegar a ser calificados para la gran obra de impartir los
principios de la verdadera reforma de la salud.
Las damas jóvenes que están relacionadas con nuestras institu-
ciones debieran autovigilarse estrictamente. Debieran manifestar
reserva tanto en sus palabras como en sus acciones. No debieran
manifestar la menor familiaridad cuando hablan con algún hombre
casado. Quisiera decir a mis hermanas relacionadas con nuestros
sanatorios que se vistan con la armadura. Cuando hablan con los
hombres deben ser bondadosas y corteses pero sin demostrar fa-
miliaridad. Hay ojos que os observan, que ven vuestra conducta y
que os juzgan a través de ella para ver si en realidad sois hijas de
Dios. Manifestad modestia. Absteneos de toda apariencia de mal.
Mantened puesta la armadura celestial, o en caso contrario, por amor
a Cristo renunciad a vuestro trabajo en el sanatorio, que es el lugar
donde las pobres almas naufragadas han de encontrar reposo. Los
que se relacionan con estas instituciones deben vigilarse a sí mis-
mos. Nunca, mediante palabra o acción, debieran dar ocasión a que
hombres perversos hablen mal de la verdad.
En este mundo hay dos reinos: el reino de Cristo y el reino de
Satanás. Cada uno de nosotros pertenece a uno de ellos. Cristo, en su
admirable oración por sus discípulos dijo: “No ruego que los quites
del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra
es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al
mundo”.
Juan 17:15-18
.
Ejerced una influencia salvadora
No es la voluntad de Dios que nos aislemos del mundo. Pero
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mientras estemos en el mundo debemos santificarnos a Dios. No
debemos copiar al mundo. Debemos vivir en el mundo como una
influencia correctora, como la sal que retiene su sabor. Entre una
generación impía, impura e idólatra, debemos ser puros y santos, y
demostrar que la gracia de Cristo tiene poder para restaurar en el
ser humano la semejanza divina. Debemos ejercer una influencia
salvadora para el mundo.
“Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”.
1 Juan
5:4
. El mundo se ha convertido en un lazareto de pecado, en una