Los padres como reformadore
La obra de temperancia debe comenzar en nuestras familias, en
nuestras mesas. Las madres tienen una obra importante que hacer
para dar al mundo, por medio de la disciplina y la educación, hijos
que sean capaces de llenar casi cualquier posición y que puedan
también honrar los deberes de la vida doméstica y disfrutar de ellos.
La obra de la madre es muy importante y sagrada. Debiera ense-
ñar a sus hijos, desde la cuna, a practicar hábitos de renunciamiento
y autocontrol. Si ocupa su tiempo mayormente con las necedades
de esta época degenerada, si la vestimenta y la fiesta insumen su
tiempo precioso, sus hijos dejarán de recibir la educación indispen-
sable para formar caracteres correctos. Las preocupaciones de la
madre cristiana no debieran referirse solamente a las cosas externas,
sino también debieran buscar que sus hijos tengan constituciones
saludables y buenas costumbres morales.
Muchas madres que deploran la intemperancia que existe en
todas partes, no miran bien adentro para ver la causa. Preparan
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diariamente una variedad de platos y de comida muy condimentada,
que tientan el apetito y estimulan el comer en exceso. Las mesas
de nuestra gente norteamericana en general se preparan en una
forma que crea borrachos. El apetito es la regla principal de un
numeroso grupo de personas. Los que para complacer el apetito
comen con demasiada frecuencia, y alimentos que no son sanos,
están debilitando su capacidad para resistir las insistencias del apetito
y de la pasión en otros sentidos, proporcionalmente a la forma como
han fortalecido las tendencias a los hábitos incorrectos en el comer.
Las madres necesitan ser impresionadas con su obligación ante Dios
y el mundo de proporcionar a la sociedad hijos con caracteres bien
desarrollados. Los hombres y las mujeres que entran en acción en
la vida con principios firmes estarán en condiciones de mantenerse
sin contaminación en medio de la decadencia moral de esta época
corrompida. Es el deber de las madres aprovechar sus oportunidades
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Testimonies for the Church 3:562-568 (1875)
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