Página 665 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Los padres como reformadores
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doradas de educar correctamente a sus hijos para que sean útiles y
cumplan bien el deber...
Dónde comienza la intemperancia
Repetimos que la intemperancia comienza en nuestras mesas.
El apetito se complace hasta que ese proceder se convierte en una
segunda naturaleza. El uso de té y café forma el apetito por el tabaco,
y esto estimula el apetito por los licores.
Muchos padres, para evitar la tarea de educar pacientemente a
sus hijos a fin de que adquieran hábitos de renunciamiento, y de
enseñarles a emplear correctamente las bendiciones de Dios, los
complacen en la comida y la bebida toda vez que esto les agrada.
El apetito y la complacencia egoísta, a menos que se restrinjan en
forma positiva, aumentan y se fortalecen a medida que se los com-
place. Cuando estos hijos comienzan a vivir independientemente de
sus padres y ocupan su lugar en la sociedad, carecen de poder para
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resistir a la tentación. La impureza moral y la iniquidad desvergon-
zada abundan en todas partes. La tentación a complacer el apetito
y a gratificar las inclinaciones no ha disminuido con el paso de los
años, y los jóvenes en general son gobernados por los impulsos y
son esclavos del apetito. En los glotones, los adictos al tabaco, los
bebedores y los borrachos, vemos los resultados malignos de una
educación defectuosa.
Cuando oímos los tristes lamentos de hombres y mujeres cristia-
nos por los terribles males de la intemperancia, de inmediato surgen
en la mente estas preguntas: ¿Quiénes educaron a los jóvenes y
pusieron su sello en el carácter? ¿Quiénes han estimulado en ellos
los apetitos que han adquirido?...
Vi que Satanás, mediante sus tentaciones, está instituyendo mo-
das que cambian continuamente, fiestas atractivas y diversiones,
para que las madres sean inducidas a dedicar el tiempo de prueba
que Dios les ha concedido a asuntos frívolos, de modo que tengan
escasas oportunidades de educar debidamente a sus hijos. Nuestros
niños necesitan madres que les enseñen desde la cuna a controlar la
pasión, a negar el apetito y a vencer el egoísmo. Necesitan que se
los eduque línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito
aquí y otro poquito allá.