Página 101 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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Las críticas y la regla de oro
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si no alcanzan a vuestro ideal. No censuréis a los demás; no hagáis
suposiciones acerca de sus motivos ni los juzguéis.
“No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor,
el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las
intenciones de los corazones”
No podemos leer el corazón. Por ser
imperfectos, no somos competentes para juzgar a otros
A causa
de sus limitaciones, el hombre sólo puede juzgar por las apariencias.
Únicamente a Dios, quien conoce los motivos secretos de los actos
y trata a cada uno con amor y compasión, le corresponde decidir el
caso de cada alma.
“Eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juz-
gas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú
que juzgas haces lo mismo”
Los que juzgan o critican a los demás
se proclaman culpables; porque hacen las mismas cosas que censu-
ran en otros. Al condenar a los demás, se sentencian a sí mismos, y
Dios declara que el dictamen es justo. Acepta el veredicto que ellos
mismos se aplican.
“¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano?”
La frase “Tú que juzgas haces lo mismo” no alcanza a describir
la magnitud del pecado del que se atreve a censurar y a condenar a
su hermano. Dijo Jesús: “¿Por qué miras la paja que está en el ojo
de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?”
Sus palabras describen al que está pronto para buscar faltas en
sus prójimos. Cuando él cree haber descubierto una falla en el ca-
rácter o en la vida, se apresura celosamente a señalarla; pero Jesús
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declara que el rasgo de carácter que se fomenta por aquella obra tan
opuesta a su ejemplo resulta, al compararse con la imperfección que
se critica, como una viga al lado de una paja. La falta de longani-
midad y de amor mueve a esa persona a convertir un átomo en un
mundo. Los que no han experimentado la contrición de una entrega
completa a Dios no manifiestan en la vida el influjo enternecedor del
amor de Cristo. Desfiguran el espíritu amable y cortés del Evangelio
y hieren las almas preciosas por las cuales murió Cristo. Según la
Aquí se trata del espíritu de crítica personal con respecto a la conducta ajena. No se
refiere al juicio de los tribunales establecidos por el estado para mantener el orden y el
derecho del pueblo. Véase la pág. 59.—
La Redacción.