Página 160 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
En respuesta a lo que mencionara la mujer, Jesús dijo: “Mujer,
créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalem
adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros ado-
ramos lo que sabemos: porque la salud viene de los judíos.” Jesús
había demostrado que él no participaba de los prejuicios judíos con-
tra los samaritanos. Ahora se esforzó en destruir el prejuicio de esa
samaritana contra los judíos. Al par que se refería al hecho de que
la fe de los samaritanos estaba corrompida por la idolatría, declaró
que las grandes verdades de la redención habían sido confiadas a
los judíos y que de entre ellos había de aparecer el Mesías. En las
Sagradas Escrituras, tenían una clara presentación del carácter de
Dios y de los principios de su gobierno. Jesús se clasificó con los
judíos como el pueblo al cual Dios se había dado a conocer.
El deseaba elevar los pensamientos de su oyente por encima de
cuanto se refería a formas, ceremonias y cuestiones controvertidas.
“La hora viene—dijo él,—y ahora es, cuando los verdaderos adora-
dores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el
Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los
que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.”
Aquí se declara la misma verdad que Jesús había revelado a
Nicodemo cuando dijo: “A menos que el hombre naciere de lo
alto, no puede ver el reino de Dios.
Los hombres no se ponen en
comunión con el cielo visitando una montaña santa o un templo
sagrado. La religión no ha de limitarse a las formas o ceremonias
externas. La religión que proviene de Dios es la única que conducirá
a Dios. A fin de servirle debidamente, debemos nacer del Espíritu
divino. Esto purificará el corazón y renovará la mente, dándonos
una nueva capacidad para conocer y amar a Dios. Nos inspirará una
obediencia voluntaria a todos sus requerimientos. Tal es el verdadero
culto. Es el fruto de la obra del Espíritu Santo. Por el Espíritu es
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formulada toda oración sincera, y una oración tal es aceptable para
Dios. Siempre que un alma anhela a Dios, se manifiesta la obra del
Espíritu, y Dios se revelará a esa alma. El busca adoradores tales.
Espera para recibirlos y hacerlos sus hijos e hijas.
Mientras la mujer hablaba con Jesús, le impresionaron sus pala-
bras. Nunca había oído expresar tales sentimientos por los sacerdotes
de su pueblo o de los judíos. Al serle revelada su vida pasada, había
llegado a sentir su gran necesidad. Comprendió la sed de su alma,