Página 166 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Había sido rechazado por los sacerdotes y rabinos, y aun los que
profesaban ser discípulos suyos no habían percibido su carácter
divino. Se sentía débil y cansado, pero no descuidó la oportunidad
de hablar a una mujer sola, aunque era una extraña, enemiga de
Israel y vivía en pecado.
El Salvador no aguardaba a que se reuniesen congregaciones.
Muchas veces, empezaba sus lecciones con unos pocos reunidos
en derredor suyo. Pero uno a uno los transeúntes se detenían para
escuchar, hasta que una multitud oía con asombro y reverencia las
palabras de Dios pronunciadas por el Maestro enviado del cielo. El
que trabaja para Cristo no debe pensar que no puede hablar con el
mismo fervor a unos pocos oyentes que a una gran compañía. Tal
vez haya uno solo para oír el mensaje; pero, ¿quién puede decir cuán
abarcante será su influencia? Parecía asunto sin importancia, aun
para los discípulos, que el Salvador dedicase su tiempo a una mujer
de Samaria. Pero él razonó con ella con más fervor y elocuencia que
con reyes, consejeros o pontífices. Las lecciones que le dió han sido
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repetidas hasta los confines más remotos de la tierra.
Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana trajo
otros a él. Demostró ser una misionera más eficaz que los propios
discípulos. Ellos no vieron en Samaria indicios de que era un campo
alentador. Tenían sus pensamientos fijos en una gran obra futura, y
no vieron que en derredor de sí había una mies que segar. Pero por
medio de la mujer a quien ellos despreciaron, toda una ciudad llegó
a oír del Salvador. Ella llevó en seguida la luz a sus compatriotas.
Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo. Cada
verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El
que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida. El que recibe
llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un
manantial en el desierto, cuyas aguas surgen para refrescar a todos,
y da a quienes están por perecer avidez de beber el agua de la vida.
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Romanos 10:6-9
.
Juan 3:3 (VM)
, margen.
Deuteronomio 18:15
.