Página 170 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
El noble deseaba conocer más de Cristo, y al oír más tarde sus
enseñanzas, él y toda su familia llegaron a ser discípulos suyos. Su
aflicción fué santificada para la conversión de toda su familia. Las
nuevas del milagro se difundieron; y en Capernaúm, donde Cristo
realizara tantas obras maravillosas, quedó preparado el terreno para
su ministerio personal.
El que bendijo al noble en Capernaúm siente hoy tantos deseos
de bendecirnos a nosotros. Pero como el padre afligido, somos con
frecuencia inducidos a buscar a Jesús por el deseo de algún beneficio
terrenal; y hacemos depender nuestra confianza en su amor de que
nos sea otorgado lo pedido. El Salvador anhela darnos una bendición
mayor que la que solicitamos; y dilata la respuesta a nuestra petición
a fin de poder mostrarnos el mal que hay en nuestro corazón y
nuestra profunda necesidad de su gracia. Desea que renunciemos al
egoísmo que nos induce a buscarle. Confesando nuestra impotencia
y acerba necesidad, debemos confiarnos completamente a su amor.
El noble quería
ver
el cumplimiento de su oración antes de creer;
pero tuvo que aceptar el aserto de Jesús de que su petición había
sido oída, y el beneficio otorgado. También nosotros tenemos que
aprender esta lección. Nuestra fe en Cristo no debe estribar en que
veamos o sintamos que él nos oye. Debemos confiar en sus promesas.
Cuando acudimos a él con fe, toda petición alcanza al corazón de
Dios. Cuando hemos pedido su bendición, debemos creer que la
recibimos y agradecerle de que la
hemos
recibido. Luego debemos
atender nuestros deberes, seguros de que la bendición se realizará
cuando más la necesitemos. Cuando hayamos aprendido a hacer
esto, sabremos que nuestras oraciones son contestadas. Dios obrará
por nosotros “mucho más abundantemente de lo que pedimos,”
“conforme a las riquezas de su gloria,” y “por la operación de la
potencia de su fortaleza.
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Génesis 32:26
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Efesios 3:20, 16; 1:19
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