Página 260 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
tardo de corazón, tan débil en la fe, era el discípulo que había estado
con Jesús durante tres años.
En feliz contraste con la incredulidad de Felipe, se notaba la
confianza infantil de Natanael. Era hombre de naturaleza intensa-
mente fervorosa, cuya fe se apoderaba de las realidades invisibles.
Sin embargo, Felipe era alumno en la escuela de Cristo, y el divino
Maestro soportó pacientemente su incredulidad y torpeza. Cuando
fué derramado el Espíritu Santo sobre los discípulos, Felipe llegó
a ser un maestro según el orden divino. Sabía de qué hablaba y
enseñaba con una seguridad que infundía convicción a los oyentes.
Mientras Jesús estaba preparando a los discípulos para su or-
denación, un hombre que no había sido llamado se presentó con
insistencia entre ellos. Era Judas Iscariote, hombre que profesaba
seguir a Cristo y que se adelantó ahora para solicitar un lugar en el
círculo íntimo de los discípulos. Con gran fervor y aparente sinceri-
dad, declaró: “Maestro, te seguiré a donde quiera que fueres.” Jesús
no le rechazó ni le dió la bienvenida, sino que pronunció tan sólo
estas palabras tristes: “Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo
nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recueste su cabeza.
Judas creía que Jesús era el Mesías; y uniéndose a los apóstoles
esperaba conseguir un alto puesto en el nuevo reino, así que Jesús se
proponía desvanecer esta esperanza declarando su pobreza.
Los discípulos anhelaban que Judas llegase a ser uno de ellos.
Parecía un hombre respetable, de agudo discernimiento y habilidad
administrativa, y lo recomendaron a Jesús como hombre que le
ayudaría mucho en su obra. Les causó, pues, sorpresa que Jesús le
recibiese tan fríamente.
Los discípulos habían quedado muy desilusionados de que Jesús
no se había esforzado por conseguir la cooperación de los dirigen-
tes de Israel. Les parecía que era un error no fortalecer su causa
obteniendo el apoyo de esos hombres influyentes. Si hubiese recha-
zado a Judas, en su ánimo habrían puesto en duda la sabiduría de
su Maestro. La historia ulterior de Judas les iba a enseñar el peli-
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gro que hay en decidir la idoneidad de los hombres para la obra de
Dios basándose en alguna consideración mundanal. La cooperación
de hombres como aquellos que los discípulos deseaban asegurarse
habría entregado la obra en las manos de sus peores enemigos.