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El Deseado de Todas las Gentes
“He aquí—dijo Jesús,—yo os envío como a ovejas en medio de
lobos: sed pues prudentes como serpientes, y sencillos como palo-
mas.” Cristo mismo no suprimió una palabra de la verdad, sino que
la dijo siempre con amor. Ejerció el mayor tacto y atención reflexiva
y bondadosa en su trato con la gente. Nunca fué rudo ni dijo innece-
sariamente una palabra severa; nunca causó una pena innecesaria a
un alma sensible. No censuró la debilidad humana. Denunció intré-
pidamente la hipocresía, la incredulidad y la iniquidad, pero había
lágrimas en su voz al pronunciar sus severas reprensiones. Lloró
sobre Jerusalén, la ciudad que él amaba, que se negaba a recibirle
a él, el Camino, la Verdad y la Vida. Sus habitantes le rechazaron
a él, el Salvador, pero los consideró con compasiva ternura y con
una tristeza tan profunda que quebrantaba su corazón. Cada alma
era preciosa a su vista. Aunque siempre se conducía con divina
dignidad, se inclinaba con la consideración más tierna hacia cada
miembro de la familia de Dios. En todos los hombres veía almas
caídas a las cuales era su misión salvar.
Los siervos de Cristo no han de actuar según los dictados del
corazón natural. Necesitan tener una íntima comunión con Dios, no
sea que, bajo la provocación, el yo se levante y ellos dejen escapar
un torrente de palabras inconvenientes, que disten mucho de ser
como el rocío y como las suaves gotas que refrescan las plantas
agostadas. Esto es lo que Satanás quiere que hagan; porque éstos son
sus métodos. Es el dragón el que se aíra, es el espíritu de Satanás el
que se revela en la cólera y las acusaciones. Pero los siervos de Dios
han de ser representantes suyos. El desea que trafiquen únicamente
con la moneda del cielo, la verdad que lleva su propia imagen e
inscripción. El poder por el cual han de vencer al mal es el poder
de Cristo. La gloria de Cristo es su fuerza. Han de fijar sus ojos
en su hermosura. Entonces podrán presentar el Evangelio con tacto
y amabilidad divina. Y el espíritu que se mantiene amable bajo la
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provocación hablará más eficazmente en favor de la verdad que
cualquier argumento, por enérgico que sea.
Los que se ven envueltos en una controversia con los enemigos
de la verdad, tienen que arrostrar no sólo a los hombres, sino a
Satanás y sus agentes. Recuerden las palabras del Salvador: “He
aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.
Confíen en el
amor de Dios, y su espíritu se conservará sereno, aun bajo los insultos