Página 320 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Sanedrín, los hombres “se maravillaban; y les conocían que habían
estado con Jesús.
De Esteban, se dice que “todos los que estaban
sentados en el concilio, puestos los ojos en él, vieron su rostro como
el rostro de un ángel.” Los hombres “no podían resistir a la sabiduría
y al Espíritu con que hablaba.
Y Pablo, escribiendo acerca de su
propio juicio ante el tribunal de los Césares, dice: “En mi primera
defensa, nadie estuvo conmigo, antes todos me abandonaron.... Mas
el Señor estuvo conmigo, y me esforzó, para que por medio de mí la
predicación fuese cumplidamente hecha, y para que oyesen todos
los gentiles; y así yo fuí librado de la boca del león.
Los siervos de Cristo no habían de preparar discurso alguno
para pronunciarlo cuando fuesen llevados a juicio. Debían hacer
su preparación día tras día al atesorar las preciosas verdades de la
Palabra de Dios, y al fortalecer su fe por la oración. Cuando fuesen
llevados a juicio, el Espíritu Santo les haría recordar las verdades
que necesitasen.
Un esfuerzo diario y ferviente para conocer a Dios, y a Jesu-
cristo a quien él envió, iba a impartir poder y eficiencia al alma. El
conocimiento obtenido por el escrutinio diligente de las Escrituras
iba a cruzar como rayo en la memoria al debido momento. Pero si
algunos hubiesen descuidado el familiarizarse con las palabras de
Cristo y nunca hubiesen probado el poder de su gracia en la dificul-
tad, no podrían esperar que el Espíritu Santo les hiciese recordar sus
palabras. Habían de servir a Dios diariamente con afecto indiviso, y
luego confiar en él.
Tan acérrima sería la enemistad hacia el Evangelio, que aun los
vínculos terrenales más tiernos serían pisoteados. Los discípulos de
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Cristo serían entregados a la muerte por los miembros de sus propias
familias. “Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre—añadió:—
mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
Pero les ordenó
no exponerse innecesariamente a la persecución. Con frecuencia, él
mismo dejaba un campo de labor para otro, a fin de escapar a los
que estaban buscando su vida. Cuando fué rechazado en Nazaret y
sus propios conciudadanos trataron de matarlo, se fué a Capernaúm
y allí la gente se asombró de su enseñanza; “porque su palabra era
con potestad.
Asimismo sus siervos no debían desanimarse por la
persecución, sino buscar un lugar donde pudiesen seguir trabajando
por la salvación de las almas.