Página 34 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Para los que busquen la luz, y la acepten con alegría, brillarán los
esplendentes rayos del trono de Dios.
En los campos donde el joven David apacentara sus rebaños,
había todavía pastores que velaban. Durante las silenciosas horas de
la noche, hablaban del Salvador prometido, y oraban por la venida
del Rey al trono de David. “Y he aquí el ángel del Señor vino sobre
ellos, y la claridad de Dios los cercó de resplandor; y tuvieron gran
temor. Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy
nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido
hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.”
Al oír estas palabras, las mentes de los atentos pastores se llena-
ron de visiones gloriosas. ¡El Libertador había nacido en Israel! Con
su llegada, se asociaban el poder, la exaltación, el triunfo. Pero el
ángel debía prepararlos para reconocer a su Salvador en la pobreza
y humillación. “Esto os será por señal—les dijo:—hallaréis al niño
envuelto en pañales, echado en un pesebre.”
El mensajero celestial había calmado sus temores. Les había
dicho cómo hallar a Jesús. Con tierna consideración por su debilidad
humana, les había dado tiempo para acostumbrarse al resplandor
divino. Luego el gozo y la gloria no pudieron ya mantenerse ocultos.
Toda la llanura quedó iluminada por el resplandor de las huestes
divinas. La tierra enmudeció, y el cielo se inclinó para escuchar el
canto:
“Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz,
buena voluntad para con los hombres.”
¡Ojalá la humanidad pudiese reconocer hoy aquel canto! La
declaración hecha entonces, la nota pulsada, irá ampliando sus ecos
hasta el fin del tiempo, y repercutirá hasta los últimos confines de la
tierra. Cuando el Sol de justicia salga, con sanidad en sus alas, aquel
himno será repetido por la voz de una gran multitud, como la voz
de muchas aguas, diciendo: “Aleluya: porque reinó el Señor nuestro
Dios Todopoderoso.
Al desaparecer los ángeles, la luz se disipó, y las tinieblas volvie-
ron a invadir las colinas de Belén. Pero en la memoria de los pastores
quedó el cuadro más resplandeciente que hayan contemplado los
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ojos humanos. “Y aconteció que como los ángeles se fueron de ellos