Página 453 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El último viaje desde Galilea
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ban los sacerdotes y fariseos, en lugar de procurar entender por sí
mismo la palabra de Dios. Honraba a los sacerdotes y gobernantes
en vez de honrar a Dios, y rechazó la verdad a fin de conservar sus
propias tradiciones. Muchos habían sido impresionados y casi per-
suadidos; pero no habían obrado de acuerdo con sus convicciones, y
no eran contados entre los partidarios de Cristo. Satanás presentó
sus tentaciones, hasta que la luz les pareció tinieblas. Así muchos
rechazaron la verdad que hubiera tenido como resultado la salvación
de su alma.
El Testigo verdadero dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y lla-
mo.
Toda amonestación, reprensión y súplica de la Palabra de
Dios o de sus mensajeros es un llamamiento a la puerta del cora-
zón. Es la voz de Jesús que procura entrada. Con cada llamamiento
desoído se debilita la inclinación a abrir. Si hoy son despreciadas
las impresiones del Espíritu Santo, mañana no serán tan fuertes. El
corazón se vuelve menos sensible y cae en una peligrosa incons-
ciencia en cuanto a lo breve de la vida frente a la gran eternidad
venidera. Nuestra condenación en el juicio no se deberá al hecho de
que hayamos estado en el error, sino al hecho de haber descuidado
las oportunidades enviadas por el cielo para que aprendiésemos lo
que es la verdad.
A semejanza de los apóstoles, los setenta habían recibido dones
sobrenaturales como sello de su misión. Cuando terminaron su obra,
volvieron con gozo, diciendo: “Señor, aun los demonios se nos
sujetan en tu nombre.” Jesús respondió: “Yo veía a Satanás, como
un rayo, que caía del cielo.”
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Escenas pasadas y futuras se presentaron a la mente de Jesús.
Vió a Lucifer cuando fué arrojado por primera vez de los lugares
celestiales. Miró hacia adelante a las escenas de su propia agonía,
cuando el carácter del engañador sería expuesto a todos los mundos.
Oyó el clamor: “Consumado es,
el cual anunciaba que la reden-
ción de la raza caída quedaba asegurada para siempre, que el cielo
estaba eternamente seguro contra las acusaciones, los engaños y las
pretensiones de Satanás.
Más allá de la cruz del Calvario, con su agonía y vergüenza, Jesús
miró hacia el gran día final, cuando el príncipe de las potestades del
aire será destruído en la tierra durante tanto tiempo mancillada por