Página 513 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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La fiesta en casa de Simón
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pensado en lugar suyo, y ella había obedecido sus impulsos. La Ins-
piración no se humilla a dar explicaciones. Una asistencia invisible
habla a la mente y al alma, y mueve el corazón a la acción. Es su
propia justificación.
Cristo le dijo a María el significado de su acción, y con ello le
dió más de lo que había recibido. “Porque echando este ungüento
sobre mi cuerpo—dijo él,—para sepultarme lo ha hecho.” De la
manera en que el alabastro fué quebrado y se llenó la casa entera
con su fragancia, así Cristo había de morir, su cuerpo había de ser
quebrantado; pero él había de resucitar de la tumba y la fragancia de
su vida llenaría la tierra. “Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo
por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave.
“De cierto os digo—declaró Cristo,—que donde quiera que este
evangelio fuere predicado en todo el mundo, también será dicho
para memoria de ella, lo que ésta ha hecho.” Mirando en lo futuro,
el Salvador habló con certeza concerniente a su Evangelio. Iba a
predicarse en todo el mundo. Y hasta donde el Evangelio se ex-
tendiese, el don de María exhalaría su fragancia y los corazones
serían bendecidos por su acción espontánea. Se levantarían y caerían
los reinos; los nombres de los monarcas y conquistadores serían
olvidados; pero la acción de esta mujer sería inmortalizada en las
páginas de la historia sagrada. Hasta que el tiempo no fuera más,
aquel vaso de alabastro contaría la historia del abundante amor de
Dios para con la especie caída.
La acción de María estaba en pronunciado contraste con la que
Judas estaba por realizar. ¡Cuán terminante lección pudiera haberle
dado Cristo a aquel que había sembrado la semilla de la crítica y los
malos pensamientos en la mente de los discípulos! ¡Cuán justamente
el acusador pudiera haber sido acusado! Aquel que lee los motivos de
cada corazón y entiende toda acción, pudo haber abierto ante los que
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estaban en la fiesta los capítulos obscuros de la vida de Judas. Podría
haber desenmascarado la falsa pretensión sobre la cual el traidor
basaba sus palabras; porque en vez de tener simpatía para con los
pobres, él les robaba el dinero destinado a aliviarlos. Podría Cristo
haber excitado la indignación contra él porque oprimía a la viuda, al
huérfano y al asalariado. Pero si Cristo hubiese desenmascarado a
Judas, esto se hubiera considerado como un motivo de la traición. Y
aunque acusado de ser ladrón, Judas hubiera ganado simpatía hasta