Página 611 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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“Haced esto en memoria de mí”
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Nuestro Señor dice: Bajo la convicción del pecado, recordad
que yo morí por vosotros. Cuando seáis oprimidos, perseguidos y
afligidos por mi causa y la del Evangelio, recordad mi amor, el cual
fué tan grande que dí mi vida por vosotros. Cuando vuestros deberes
parezcan austeros y severos, y vuestras cargas demasiado pesadas,
recordad que por vuestra causa soporté la cruz, menospreciando
la vergüenza. Cuando vuestro corazón se atemoriza ante la peno-
sa prueba, recordad que vuestro Redentor vive para interceder por
vosotros.
El rito de la comunión señala la segunda venida de Cristo. Estaba
destinado a mantener esta esperanza viva en la mente de los discípu-
los. En cualquier oportunidad en que se reuniesen para conmemorar
su muerte, relataban cómo él “tomando el vaso, y hechas gracias,
les dió, diciendo: Bebed de él todos; porque esto es mi sangre del
nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los
pecados. Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de
la vid hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros
en el reino de mi Padre.” En su tribulación, hallaban consuelo en la
esperanza del regreso de su Señor. Les era indeciblemente precioso
el pensamiento: “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis
esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga.
Estas son las cosas que nunca hemos de olvidar. El amor de
Jesús, con su poder constrictivo, ha de mantenerse fresco en nuestra
memoria. Cristo instituyó este rito para que hablase a nuestros senti-
dos del amor de Dios expresado en nuestro favor. No puede haber
unión entre nuestras almas y Dios excepto por Cristo. La unión y el
amor entre hermanos deben ser cimentados y hechos eternos por el
amor de Jesús. Y nada menos que la muerte de Cristo podía hacer
eficaz para nosotros este amor. Es únicamente por causa de su muerte
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por lo que nosotros podemos considerar con gozo su segunda venida.
Su sacrificio es el centro de nuestra esperanza. En él debemos fijar
nuestra fe.
Demasiado a menudo los ritos que señalan la humillación y los
padecimientos de nuestro Señor son considerados como una forma.
Fueron instituídos con un propósito. Nuestros sentidos necesitan ser
vivificados para comprender el misterio de la piedad. Es patrimonio
de todos comprender mucho mejor de lo que los comprendemos
los sufrimientos expiatorios de Cristo. “Como Moisés levantó la