Página 619 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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“No se turbe vuestro corazón”
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agrade a Dios, sabrán, después de presentarle su caso, exactamente
qué conducta seguir. Y recibirán no solamente sabiduría, sino fuerza.
Se les impartirá poder para obedecer, para servir, según lo prometió
Cristo. Cuanto se dió a Cristo—todas las cosas destinadas a suplir
la necesidad de los hombres caídos,—se le dió como a la cabeza y
representante de la humanidad. “Y cualquier cosa que pidiéremos, la
recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos
las cosas que son agradables delante de él.
Antes de ofrecerse como víctima para el sacrificio, Cristo buscó
el don más esencial y completo que pudiese otorgar a sus seguidores,
un don que pusiese a su alcance los ilimitados recursos de la gracia.
“Yo rogaré al Padre—dijo,—y os dará otro Consolador, para que
esté con vosotros para siempre: Al Espíritu de verdad, al cual el
mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros
le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros. No os
dejaré huérfanos; vendré a vosotros.”
Antes de esto, el Espíritu había estado en el mundo; desde el
mismo principio de la obra de redención había estado moviendo
los corazones humanos. Pero mientras Cristo estaba en la tierra,
los discípulos no habían deseado otro ayudador. Y antes de verse
privados de su presencia no sentirían su necesidad del Espíritu, pero
entonces vendría.
El Espíritu Santo es el representante de Cristo, pero despojado
de la personalidad humana e independiente de ella. Estorbado por la
humanidad, Cristo no podía estar en todo lugar personalmente. Por
lo tanto, convenía a sus discípulos que fuese al Padre y enviase el
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Espíritu como su sucesor en la tierra. Nadie podría entonces tener
ventaja por su situación o su contacto personal con Cristo. Por el
Espíritu, el Salvador sería accesible a todos. En este sentido, estaría
más cerca de ellos que si no hubiese ascendido a lo alto.
“El que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me
manifestaré a él.” Jesús leía el futuro de sus discípulos. Veía a uno
llevado al cadalso, otro a la cruz, otro al destierro entre las solitarias
rocas del mar, otros a la persecución y la muerte. Los animó con la
promesa de que en toda prueba estaría con ellos. Esta promesa no ha
perdido nada de su fuerza. El Señor sabe todo lo relativo a los fieles
siervos suyos que por su causa están en la cárcel o desterrados en
islas solitarias. El los consuela con su propia presencia. Cuando por