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El Deseado de Todas las Gentes
causa de la verdad, el creyente está frente a tribunales inicuos, Cristo
está a su lado. Todos los oprobios que caen sobre él, caen sobre
Cristo. Cristo vuelve a ser condenado en la persona de su discípulo.
Cuando uno está encerrado entre las paredes de la cárcel, Cristo
arroba el corazón con su amor. Cuando uno sufre la muerte por
causa suya, Cristo dice: “Yo soy ... el que vivo, y he sido muerto; y
he aquí que vivo por siglos de siglos... Y tengo las llaves del infierno
y de la muerte.
La vida que es sacrificada por mí se conserva para
llegar a disfrutar la gloria eterna.
En toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuan-
do la perspectiva parece sombría y el futuro nos deja perplejos y nos
sentimos impotentes y solos, se envía el Consolador en respuesta a la
oración de fe. Las circunstancias pueden separarnos de todo amigo
terrenal, pero ninguna circunstancia ni distancia puede separarnos
del Consolador celestial. Dondequiera que estemos, dondequiera que
vayamos, está siempre a nuestra diestra para apoyarnos, sostenernos
y animarnos.
Los discípulos no comprendían todavía las palabras de Cristo
en su sentido espiritual, y él volvió a explicarles su significado. Por
el Espíritu, dijo, se manifestaría a ellos. “El Consolador, el Espíritu
Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas
las cosas.” Ya no diréis: No puedo comprender. Ya no veréis obs-
curamente como por un espejo. Podréis “comprender con todos los
santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura,
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y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento.
Los discípulos habían de dar testimonio de la vida y obra de
Cristo. Por sus palabras él había de hablar a todos los pueblos sobre
la haz de la tierra. Pero en la humillación y muerte de Cristo iban a
sufrir gran prueba y chasco. A fin de que después de esto la palabra
de ellos fuese exacta, Jesús prometió respecto al Consolador: “Os
recordará todas las cosas que os he dicho.”
“Aun tengo muchas cosas que deciros—continuó,—mas ahora
no las podéis llevar. Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad,
él os guiará en toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino
que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de
venir. El me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.”
Jesús había abierto delante de sus discípulos una vasta extensión
de la verdad. Pero les era muy difícil impedir que en sus mentes