Página 623 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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“No se turbe vuestro corazón”
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to. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Por el Espíritu obra Dios
en su pueblo “así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
Pero muchos no quieren someterse a eso. Quieren manejarse a sí
mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial. Úni-
camente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que velan
para tener su dirección y gracia, se da el Espíritu. El poder de Dios
aguarda que ellos lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida,
reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela.
Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para
proporcionarla a toda alma según su capacidad para recibirla.
En su discurso a los discípulos, Jesús no hizo alusión aflictiva a
sus propios sufrimientos. Su último legado a ellos fué un legado de
paz. Dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da,
yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”
Antes de salir del aposento alto, el Salvador entonó con sus
discípulos un canto de alabanza. Su voz fué oída, no en los acordes de
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alguna endecha triste, sino en las gozosas notas del cántico pascual:
“Alabad a Jehová, naciones todas;
Pueblos todos, alabadle.
Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia;
Y la verdad de Jehová es para siempre.
Aleluya.
Después del himno, salieron. Cruzaron por las calles atestadas,
y salieron por la puerta de la ciudad hacia el monte de las Olivas,
avanzando lentamente, engolfados cada uno de ellos en sus propios
pensamientos. Cuando empezaban a descender hacia el monte, Jesús
dijo, en un tono de la más profunda tristeza: “Todos vosotros seréis
escandalizados en mí esta noche; porque escrito está: Heriré al
Pastor, y las ovejas de la manada serán dispersas.
Los discípulos
oyeron esto con tristeza y asombro. Recordaron cómo, en la sinagoga
de Capernaúm, cuando Cristo habló de sí mismo como del pan de
vida, muchos se habían ofendido y se habían apartado de él. Pero
los doce no se habían mostrado infieles. Pedro, hablando por sus
hermanos, había declarado entonces su lealtad a Cristo. Entonces el
Salvador había dicho: “¿No he escogido yo a vosotros doce, y uno
de vosotros es diablo?
En el aposento alto, Jesús había dicho que