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La importancia de la educación física
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que el Señor mismo ha preparado para morada de su. Santo Espíritu.
La mente rige al hombre entero. Todas nuestras acciones, buenas
o malas, tienen su origen en la mente. Es la mente la que adora a
Dios y nos pone en relación con los seres celestiales. Sin embargo,
muchos pasan toda su vida sin llegar a ilustrarse acerca del estuche
que contiene dicho tesoro.
Todos los órganos físicos son los servidores de la mente, y los
nervios los mensajeros que transmiten sus órdenes a cada parte del
cuerpo, dirigiendo los movimientos de la maquinaria viviente. El
ejercicio es importante para el desarrollo físico. Activa la circulación
de la sangre y da temple al organismo. Si se deja que los músculos
permanezcan inactivos, pronto se verá que la sangre no los nutre lo
suficiente. En vez de crecer en tamaño y vigor, perderán su firmeza
y elasticidad y se tornarán flojos y débiles. La inactividad no es la
ley que el Señor ha establecido en el cuerpo humano. La operación
armoniosa de todas las partes—cerebro, huesos y músculos—es
necesaria para el completo y sano desarrollo de todo el organismo.
La obra de cultura física comenzada en el hogar debe continuarse
en las escuelas. Es el designio del Creador que el hombre se conozca
a sí mismo; pero demasiado a menudo, en la búsqueda del saber
se pierde de vista este propósito. Los estudiantes consagran años a
diferentes actividades educativas: se abisman en el estudio de las
ciencias y de las cosas del mundo natural; están ilustrados acerca de
muchos temas, pero no llegan a conocerse a sí mismos. Consideran
el delicado organismo humano como algo que se cuidará por sí
mismo, y descuidan lo que es esencial en el grado más elevado: el
conocimiento de sus propios cuerpos.
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Todo estudiante debiera saber cuidar de sí mismo hasta el punto
de poder conservar el mejor estado posible de salud y resistir la
debilidad y la enfermedad; y si por cualquier causa sobreviene la
enfermedad u ocurren accidentes, debiera saber afrontar las emer-
gencias comunes sin llamar al médico y tomar sus venenosas drogas.
ecordemos que la Sra. de White escribió esta declaración en 1896, cuando los
médicos, en su lucha contra enfermedades de origen desconocido, experimentaban con
toda clase de sustancias. Ensayaban con cualquier compuesto salido del laboratorio qui-
mico para probar su posible eficacia contra las enfermedades que diezmaban la población.
Entre éstos aparecieron ciertas drogas tóxicas que se emplearon en forma generalizada