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La ciencia y la Biblia
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ese modo a la existencia a los mundos innumerables? Para dar razón
de sus obras, ¿hemos de violentar su Palabra?
Es cierto que los restos encontrados en la tierra testifican que
existieron hombres, animales y plantas mucho más grandes que los
que ahora se conocen. Se considera que son prueba de la existencia
de una vida animal y vegetal antes del tiempo mencionado en el
relato mosaico. Pero en cuanto a estas cosas, la historia bíblica
proporciona amplia explicación. Antes del diluvio, el desarrollo de
la vida animal y vegetal era muy superior al que se ha conocido
desde entonces. En ocasión del diluvio, la superficie de la tierra
sufrió conmociones, ocurrieron cambios notables, y en la nueva
formación de la corteza terrestre se conservaron muchas pruebas
de la vida preexistente. Los grandes bosques sepultados en la tierra
cuando ocurrió el diluvio, convertidos después en carbón, forman los
extensos yacimientos carboníferos y suministran petróleo, sustancias
necesarias para nuestra comodidad y conveniencia. Estas cosas, al
ser descubiertas, son otros tantos testigos mudos de la veracidad de
la Palabra de Dios.
Semejante a la teoría de la evolución de la tierra es la que atribuye
a una línea ascendente de gérmenes, moluscos y cuadrúpedos, la
evolución del hombre, corona gloriosa de la creación.
Cuando se consideran las oportunidades que tiene el hombre para
investigar, cuando se considera cuán breve es su vida, cuán limitada
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su esfera de acción, cuán restringida su visión, cuán frecuentes y
grandes son los errores de sus conclusiones, especialmente en lo que
se refiere a los sucesos que se supone precedieron a la historia bíbli-
ca, cuán a menudo se revisan o desechan las supuestas deducciones
de la ciencia, con qué prontitud se añaden o quitan millones de años
al supuesto período del desarrollo de la tierra y cómo se contradicen
las teorías presentadas por diferentes hombres de ciencia; cuando se
considera esto, ¿consentiremos nosotros, por el privilegio de rastrear
nuestra ascendencia a través de gérmenes, moluscos y monos, en
desechar esa declaración de la Santa Escritura, tan grandiosa en su
sencillez: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó”
¿Desecharemos el informe genealógico más magnífico que
cualquiera que haya sido atesorado en las cortes de los reyes: “Hijo
de Adán, hijo de Dios”