184
La Educación
Para la salud y la felicidad de toda la familia, nada es de tan vital
importancia como la destreza y la inteligencia de la cocinera. Si sus
comidas están mal preparadas y no son saludables, podrían impedir
y hasta arruinar tanto la utilidad del adulto como el desarrollo del
niño. Pero si proporciona alimentos adaptados a las necesidades del
organismo, y que a la vez sean atractivos y sabrosos, puede hacer
tanto bien, como hacía mal de la otra manera. De modo que, en
muchos sentidos, la felicidad depende de la fidelidad con que se
desempeñan los trabajos comunes de la vida.
Puesto que tanto los hombres como las mujeres ocupan su lugar
en el hogar, los niños y las niñas deben saber en qué consisten los
trabajos domésticos. Tender las camas, ordenar la pieza, lavar la loza,
preparar la comida, lavar y remendar la ropa son actividades que,
como educación, no menoscaban la virilidad de ningún muchacho; lo
hará más feliz y más útil. Y si las niñas, a su vez, pudieran aprender
a ensillar y conducir un caballo, manejar el serrucho y el martillo,
lo mismo que el rastrillo y la azada, estarían mejor preparadas para
hacer frente a las emergencias de la vida.
Aprendan los niños y los jóvenes, mediante el estudio de la
Biblia, cómo ha honrado Dios el trabajo del obrero. Lean acerca de
los “hijos de los profetas
que asistían a la escuela y construyeron
una casa para su uso, y para quienes se hizo un milagro a fin de
recuperar un hacha prestada. Lean acerca de Jesús, el carpintero;
de Pablo, el fabricante de tiendas. Al trabajo del artesano unían el
ministerio superior, humano y divino. Lean acerca del muchacho
que proveyó los cinco panes usados por Jesús en el maravilloso
milagro de la alimentación de la multitud; de Dorcas, la costurera,
[196]
resucitada a fin de que siguiera haciendo ropa para los pobres; de la
mujer sabia descrita en Proverbios, que “busca lana y lino, y trabaja
gustosamente con sus manos”; que “da comida a su familia y ración
a sus criadas”; que “planta viña [...] y esfuerza sus brazos”; que
“alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso”;
que “considera la marcha de su casa, y no come el pan de balde
Dios dice de esa mujer: “Esa será alabada. Ofrecedle del fruto
de sus manos, y en las puertas de la ciudad la alaben sus hechos
El hogar debe ser la primera escuela industrial de todo niño. Y,
tanto como sea posible, toda escuela necesita disponer de medios pa-
ra proporcionar una educación manual. Esa educación reemplazara