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La disciplina
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resultado, en el caso de muchos, es una rebelión aún más decidida
del corazón. El hecho de que el padre o el maestro lleguen a ejercer
el “control” que pretenden, no quiere decir que el resultado sea
menos perjudicial para el niño. La disciplina de un ser humano que
ha llegado a la edad del desarrollo de la inteligencia debe ser distinta
de la que se aplica para domar a un animal. Al animal solamente
se le enseña sumisión a su amo. Para él el amo es mente, criterio
y voluntad. Este método, empleado a veces en la educación de los
niños, hace de ellos meros autómatas. La mente, la voluntad y la
conciencia están bajo el dominio de otro. No es el propósito de Dios
que se sojuzgue así ninguna mente. Los que debilitan o destruyen la
individualidad de otras personas, emprenden una tarea que nada más
puede dar malos resultados. Mientras están sujetos a la autoridad,
los niños pueden parecer soldados bien disciplinados. Pero cuando
cesa ese dominio exterior, se descubre que el carácter carece de
fuerza y firmeza. Como no aprendió jamás a gobernarse, el joven
no reconoce otra sujeción fuera de la impuesta por sus padres o su
maestro. Cuando esta desaparece, no sabe cómo usar su libertad, y a
menudo se entrega a placeres que dan como resultado la ruina.
Puesto que la sumisión de la voluntad es mucho más difícil para
unos alumnos que para otros, el maestro debe facilitar tanto como
sea posible la obediencia a sus órdenes. Ha de guiar y amoldar la
voluntad, pero no desconocerla ni aplastarla. Ahórrese la fuerza de
la voluntad; será necesaria en la batalla de la vida.
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La verdadera fuerza de voluntad
Todo niño debe comprender la verdadera fuerza de la volun-
tad. Se le tiene que hacer ver cuán grande es la responsabilidad
que implica este don. La voluntad es el poder que gobierna en la
naturaleza del hombre, el poder de decisión o elección. Todo ser
humano que razone tiene la facultad de escoger lo recto. En toda
vicisitud de la vida la Palabra de Dios nos dice: “Escogeos hoy a
quién sirváis
Todos pueden poner su voluntad de parte de la de
Dios, escoger obedecerle y así, al relacionarse con los instrumentos
divinos, mantenerse donde nada pueda forzarlos a realizar el mal.
En todo joven y en todo niño hay poder para formar, con la ayuda
de Dios, un carácter íntegro y vivir una vida útil.