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La Educación
monte y le reveló las cosas celestiales; y el tabernáculo, con todo lo
perteneciente a él, fue construído a semejanza de ellas.
Así reveló Dios a Israel, al cual deseaba hacer morada suya, su
glorioso ideal del carácter. El modelo se les mostró en el monte, en
ocasión de la promulgación de la ley dada en el Sinaí, y cuando Dios
pasó ante Moisés y dijo: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y
piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad
Pero por sí mismos, eran impotentes para alcanzar ese ideal.
La revelación del Sinaí únicamente podía impresionarlos con su
necesidad e impotencia. Otra lección debía enseñar el tabernáculo
mediante su servicio de sacrificios: La lección del perdón del pecado
y el poder de obedecer para vida, a través del Salvador.
Por medio de Cristo se había de cumplir el propósito simboliza-
do por el tabernáculo: Ese glorioso edificio, cuyas paredes de oro
brillante reflejaban en los matices del arco iris las cortinas bordadas
con figuras de querubines, la fragancia del incienso que siempre
ardía y compenetraba todo, los sacerdotes vestidos con ropas de
blancura inmaculada, y en el profundo misterio del recinto interior,
sobre el propiciatorio, entre las figuras de los ángeles inclinados en
adoración, la gloria del lugar santísimo. Dios deseaba que en todo su
pueblo leyera su propósito para el alma humana. El mismo propósito
expresó el apóstol Pablo mucho después, inspirado por el Espíritu
Santo:
“¿Acaso no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de
Dios está en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo
destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo
es
Grandes fueron el privilegio y el honor otorgados a Israel al en-
cargársele la construcción del santuario, pero grande fue también su
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responsabilidad. Un pueblo que acababa de escapar de la esclavitud
debía erigir en el desierto un edificio de extraordinario esplendor,
que requería para su construcción el material más costoso y la mayor
habilidad artística. Parecía una empresa estupenda. Pero Aquel que
había dado el plano del edificio, se comprometía a cooperar con los
constructores.
“Habló Jehová a Moisés y le dijo: “Mira, yo he llamado por su
nombre a Bezaleel hijo de Uri hijo de Hur, de la tribu de Judá, y lo
he llenado del espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en