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La educación de Israel
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ciencia y en todo arte, para inventar diseños, para trabajar en oro, en
plata y en bronce, para labrar piedras y engastarlas, tallar madera
y trabajar en toda clase de labor. He puesto junto a él a Aholiab
hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan, y he puesto sabiduría en el
ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he
mandado”
¡Qué escuela artesanal era la del desierto: tenía por maestros a
Cristo y sus ángeles!
Todo el pueblo debía cooperar en la preparación del santuario y
sus utensilios. Había trabajo para el cerebro y las manos. Se requería
gran variedad de material, y todos fueron invitados a contribuir de
acuerdo con la gratitud de sus corazones.
De ese modo, con el trabajo y las donaciones, se les enseñaba a
cooperar con Dios y con sus semejantes. Además, debían cooperar
en la preparación del edificio espiritual, es a saber, el templo de Dios
en el alma.
Desde que salieron de Egipto habían recibido lecciones para su
instrucción y disciplina. Aun antes de salir de allí se había esbozado
una organización provisoria, y el pueblo había sido distribuido en
grupos bajo el mando de jefes. Junto al Sinaí se completó la orga-
nización. En la administración hebrea se manifestaba el orden tan
notable que caracteriza todas las obras de Dios. Él era el centro de
la autoridad y el gobierno. Moisés, su representante, debía ejecutar
sus leyes en su nombre. Luego se organizó el consejo de los setenta;
les seguían los sacerdotes y príncipes, e inferiores a ellos los “jefes
de millares, de centenas, de cincuenta y de diez
y finalmente los
encargados de deberes especiales. El campamento estaba arreglado
con orden exacto: en el medio estaba el tabernáculo, morada de
Dios, y alrededor las tiendas de los sacerdotes y levitas. Alrededor
de estas, cada tribu acampaba junto a su bandera.
Se hacían respetar leyes higiénicas estrictas, que eran obligato-
rias para el pueblo, no tan solo por ser necesarias para la salud, sino
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como una condición para retener entre ellos la presencia del Santo.
Moisés les declaró por autoridad divina: “Jehová tu Dios anda en
medio de tu campamento, para librarte [...] por tanto, tu campamento
ha de ser santo
La educación de los israelitas incluía todos sus hábitos de vida.
Todo lo que se refería a su bienestar era objeto de la solicitud divina