Página 539 - El Evangelismo (1994)

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Calificaciones esenciales del obrero
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cuando se ponían en un estado de intensa emoción pensaban que
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sus discursos eran poderosos. Tocaban aquí y allá y presentaban una
gran cantidad de material que ellos consideraban como convincente
y como una evidencia abrumadora, pero en realidad enterraban la
verdad bajo un montón de material derramado sobre los oyentes,
de tal modo que no era posible encontrar los puntos importantes.
Todo lo que presentaban era confuso. Introducían tantos temas en
un solo discurso que no conseguían probar nada con claridad en
las mentes de los que no estaban familiarizados con la verdad... Un
solo tema, unos pocos temas presentados con sencillez y claridad,
serían de más valor para el oyente que esta masa de material que Ud.
puede llamar evidencia y con la cual piensa que sus puntos quedan
comprobados.—
Carta 47, 1886
.
La salud y los principios que la rige
Evangelistas tentados a descuidar la salud
—Satanás está tra-
bajando para destruir. El procura influir sobre las mentes de los que
aman a Dios y predican el Evangelio, para que descuiden la salud
física, porque esto tiene mucho que ver con la norma general de
virtud. Los ministros dedican demasiado tiempo a predicar y así
agotan sus fuerzas vitales... Son los muchos discursos largos los que
fatigan. La mitad del alimento evangélico presentado podría ser de
mucho más beneficio.—
Carta 91, 1898
.
La tensión provocada por el evangelismo
—Las reuniones de
los domingos de noche que Ud. celebra pesan mucho sobre Ud.,
porque se permite entrar en un estado de elevada tensión. Luego, des-
pués de esto, ocurre una reacción correspondiente, y como resultado
su relación con la iglesia no produce paz y justicia...
Los tremendos esfuerzos que Ud. hace a fin de prepararse para
sus reuniones no realizan la obra que más se necesita. Ud. puede ser
alabado y exaltado por los hombres, pero esto no constituye ninguna
evidencia de que su obra está ejerciendo la influencia carrecta.
Así ha dicho el Señor: “Ud. debe precaverse para no entrar en
un estado de elevada tensión mientras se prepara para hablar a la
gente”.—
Carta 51, 1902
.
Véanse también las págs. 374-401, “Evangelismo médico”.