El divorcio
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Padre eterno había considerado bueno, era la ley de la más elevada
bendición y progreso para los hombres
Jesús vino a nuestro mundo para rectificar errores y restaurar la
imagen moral de Dios en el hombre. En la mente de los maestros
de Israel habían hallado cabida sentimientos erróneos acerca del
matrimonio. Ellos estaban anulando la sagrada institución del matri-
monio. El hombre estaba endureciendo de tal manera su corazón que
por la excusa más trivial se separaba de su esposa, o si prefería, la
separaba a ella de los hijos y la despedía. Esto era considerado como
un gran oprobio y a menudo imponía a la repudiada sufrimientos
agudísimos.
Cristo vino para corregir estos males, y cumplió su primer mila-
gro en ocasión de un casamiento. Anunció así al mundo que cuando
el matrimonio se mantiene puro y sin contaminación es una institu-
ción sagrada
Consejos a quien pensaba divorciarse
—Vd. ha tenido ideas
erróneas acerca de la relación matrimonial. Nada que no sea la
violación del lecho matrimonial puede romper o anular el voto del
casamiento. Estamos viviendo en tiempos peligrosos, cuando no
hay seguridad en nada que no sea una fe firme e inquebrantable en
Jesucristo. No hay corazón que las artimañas de Satanás no puedan
enajenar de Dios, si no vela en oración.
La salud de Vd. habría sido mucho mejor si su espíritu hubiese
gozado de paz y descanso; pero se confundió y desequilibró, y
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razonó incorrectamente con respecto al divorcio. Sus opiniones no
pueden sostenerse sobre la base de la cual parte su raciocinio. Los
hombres no están libres para crear su propia norma, a fin de evitar
la ley de Dios y agradar a su propia inclinación. Deben acudir a la
gran norma de justicia establecida por Dios. ...
Dios indicó una sola causa por la cual una esposa pueda abando-
nar a su esposo, o éste pueda dejarla a ella, y fué el adulterio. Esta
causa debe considerarse con oración
Consejos a una pareja separada
—Hermano mío, hermana
mía, desde hace algún tiempo no habéis estado viviendo juntos.
No debierais haber adoptado tal proceder y no lo habríais hecho
si hubieseis cultivado la paciencia, la bondad y la tolerancia que
siempre debieran existir entre los esposos.