La hospitalidad
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a otra parte.” Y en esa otra parte puede haberse inventado alguna
otra excusa por no recibir a los que necesitan hospitalidad, y los
sentimientos de las visitas quedan profundamente agraviados, y ellas
se van con impresiones desagradables acerca de la hospitalidad de
estos profesos hermanos y hermanas. Si Vd. no tiene pan, hermana,
imite el caso presentado en la Biblia. Vaya a su vecino y dígale:
“Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí
de camino, y no tengo qué ponerle delante.”
No encontramos ejemplo alguno en que esta falta de pan sea
presentada como excusa por negar la entrada a quien solicitase
hospitalidad. Cuando Elías se dirigió a la viuda de Sarepta, ella
compartió su último bocado con el profeta de Dios, y él hizo un
milagro de manera que gracias al acto de dar albergue a su siervo
y compartir su alimento con él, ella misma fué sustentada, y salvó
la propia vida y la de su hijo. Así resultará en el caso de muchos, si
obran con la misma buena voluntad para gloria de Dios.
Algunas personas alegan su poca salud. Les agradaría mucho
ser hospitalarias si tuvieran fuerza para ello. Se han encerrado en sí
mismas durante tanto tiempo, han meditado tanto en lo mal que se
sentían, y hablado tanto de sus sufrimientos, pruebas y aflicciones
que todo esto constituye su verdad presente. Sólo pueden pensar
en sí mismas, por mucho que otros estén necesitados de simpatía y
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asistencia. Hay un remedio para las personas que están aquejadas
de mala salud. Si visten al desnudo y meten en casa al pobre des-
amparado y dan pan al hambriento, se les dice: “Entonces nacerá tu
luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto.” Hacer el bien es
un excelente remedio para la enfermedad. A quienes se dedican a
esa obra se los invita a invocar a Dios, quien se ha comprometido a
responderles. Su alma será satisfecha en la sequía, y serán como un
jardín regado, cuyas aguas no faltan
Bendiciones perdidas por egoísmo
—A Dios le desagrada el
interés egoísta tan a menudo manifestado para “mí y mi familia.”
Cada familia que alberga este espíritu necesita ser convertida por
los principios puros ejemplificados en la vida de Cristo. Los que se
encierran en sí mismos, que no están dispuestos a agasajar visitas,
pierden muchas bendiciones
Los ángeles aguardan para ver si aprovechamos las oportuni-
dades de hacer bien que se nos presentan, y si estamos dispuestos