Página 368 - El Hogar Cristiano (2007)

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El Hogar Cristiano
a bendecir a otros, para que ellos a su vez puedan bendecirnos a
nosotros. El Señor mismo nos ha hecho diferentes unos de otros:
algunos pobres, otros ricos y otros aún, afligidos, para que todos
tengamos oportunidad de desarrollar nuestro carácter. Dios permitió
a propósito que los pobres fuesen lo que son, para que podamos ser
probados y desarrollar lo que hay en nuestro corazón
Cuando muere el espíritu de la hospitalidad, el corazón queda
paralizado de egoísmo
¿A quienes se debe dar hospitalidad?
—Nuestras relaciones
sociales no deberían ser dirigidas por los dictados de las costumbres
del mundo, sino por el Espíritu de Cristo y por la enseñanza de
su Palabra. En todas sus fiestas los israelitas admitían al pobre, al
extranjero y al levita, el cual era a la vez asistente del sacerdote en
el santuario y maestro de religión y misionero. A todos se les consi-
deraba como huéspedes del pueblo, para compartir la hospitalidad
en todas las festividades sociales y religiosas y ser atendidos con
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cariño en casos de enfermedad o penuria. A personas como ésas
debemos dar buena acogida en nuestras casas. ¡Cuánto podría hacer
semejante acogida para alegrar y alentar al enfermero misionero o
al maestro, a la madre cargada de cuidados y de duro trabajo, o a
las personas débiles y ancianas que viven tan a menudo sin familia,
luchando con la pobreza y el desaliento!
“Cuando haces comida o cena—dice Cristo,—no llames a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos;
porque también ellos no te vuelvan a convidar, y te sea hecha com-
pensación. Mas cuando haces banquete, llama a los pobres, los
mancos, los cojos, los ciegos; y serás bienaventurado; porque no te
pueden retribuir; mas te será recompensado en la resurrección de los
justos.”
Lucas 14:12-14
.
Estos serán huéspedes que no os costará mucho recibir. No nece-
sitaréis ofrecerles trato costoso y de mucha preparación. Necesitaréis
más bien evitar la ostentación. El calor de la bienvenida, un asiento
al amor de la lumbre, y uno también a vuestra mesa, el privilegio
de compartir la bendición del culto de familia, serían para muchos
como vislumbres del cielo.
Nuestras simpatías deben rebosar más allá de nosotros mismos
y del círculo de nuestra familia. Hay preciosas oportunidades para
los que quieran hacer de su hogar una bendición para otros. La