Página 369 - El Hogar Cristiano (2007)

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La hospitalidad
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influencia social es una fuerza maravillosa. Si queremos, podemos
valernos de ella para ayudar a los que nos rodean
Un refugio para los jóvenes tentados
—Nuestros hogares de-
berían ser refugios para los jóvenes que sufren tentación. Muchos
hay que se encuentran en la encrucijada de los caminos. Toda in-
fluencia e impresión determinan la elección del rumbo de su destino
en esta vida y en la venidera. El mal, con sus lugares de reunión,
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brillantes y seductores, los invita. A todos los que acudan se les
da la bienvenida. En torno nuestro hay jóvenes sin familia, y otros
cuyos hogares no tienen poder para protegerlos ni elevarlos, y se ven
arrastrados al mal. Se encaminan hacia la ruina en la sombra misma
de nuestras puertas.
Estos jóvenes necesitan que se les tienda la mano con simpatía.
Las palabras bondadosas dichas con sencillez, las pequeñas aten-
ciones para con ellos, barrerán las nubes de la tentación que se
amontonan sobre sus almas. La verdadera expresión de la simpatía
proveniente del cielo puede abrir la puerta del corazón que necesita
la fragancia de palabras cristianas, y del delicado toque del espíritu
del amor de Cristo. Si nos interesáramos por los jóvenes, invitán-
dolos a nuestras casas y rodeándolos de influencias alentadoras y
provechosas, serían muchos los que de buena gana dirigirían sus
pasos por el camino ascendente
La sencillez en la familia
—Cuando, como sucede a menudo,
llegan visitas, no debe permitirse que absorban todo el tiempo y la
atención de la madre; el bienestar temporal y espiritual de sus hijos
viene en primer lugar. No debe ella dedicar tiempo a preparar ricos
pasteles, tortas o manjares malsanos para la mesa. Estos representan
un gasto adicional, al que muchos no pueden hacer frente, pero el mal
mayor estriba en el ejemplo. Consérvese la sencillez de la familia.
No tratéis de dar la impresión de que podéis vivir de una manera
que en realidad supera vuestros recursos. No procuréis aparentar lo
que no sois, ni en los preparativos para vuestra mesa ni en vuestros
modales.
Aunque debéis tratar a vuestras visitas con bondad y hacerles
sentir que están en casa, siempre debéis recordar que estáis ense-
ñando a los pequeñuelos que Dios os dió. Os observan, y ningún
proceder vuestro debe dirigir sus pies por el camino erróneo. Sed
con vuestras visitas precisamente lo que sois cada día con vuestra
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