La obra de temperancia
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El trabajo que usted está haciendo para ayudar a nuestras herma-
nas a sentir su responsabilidad individual ante Dios, es un trabajo
bueno y necesario. Ha sido descuidado por mucho tiempo. Sin em-
bargo, cuando se lo presenta en una forma clara, simple y definida,
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esperamos que las hermanas entiendan que las tareas del hogar, en
lugar de ser descuidadas, deben ser hechas con mayor inteligencia.
El Señor no nos pide colocar esta responsabilidad sobre aquellas que
no aprecien el valor del alma humana [...].
Cristo, nuestro Salvador, apreció la excelencia del alma. Hablan-
do en forma general, a nuestras hermanas les ha sido difícil entender
este tema, debido a la dimensión siempre creciente de sus familias y
a sus pruebas. He deseado encontrar mujeres que pudieran actuar
como educadoras para levantarlas por encima de sus desánimos y
hacerles sentir que pueden hacer una obra para el Señor. Este esfuer-
zo que usted hace está trayendo rayos de luz a sus vidas, que a su
vez se reflejan sobre otros corazones. Que Dios la bendiga a usted y
a quienes se unirán con usted en esta gran obra [...].
Mi hermana, si pudiéramos, deberíamos hablar a menudo a nues-
tras hermanas, e ir con ellas en lugar de decirles “id”. Llevadlas a
sentir como nosotros debiéramos y a percibir con toda su fuerza el
valor del alma humana. La idea de que se nos instruye para que, a su
vez, lleguemos a ser instructores, debiera estar impresa en la mente
de cada miembro de la iglesia.
Creemos en la organización de la iglesia; pero eso no signifi-
ca que debemos dictar la forma precisa en que la obra debe ser
hecha. No podemos alcanzar todas las mentes con los mismos méto-
dos. No debiéramos permitir nada que interfiera entre un siervo de
Dios y otras almas. La obra se realiza individualmente: un creyente
trabajando por un pecador [...].
Mi hermana, enseñe estas cosas. Se han abierto muchos caminos
frente a usted; utilice la oportunidad de dirigirse a grandes audien-
cias cada vez que pueda hacerlo. Use cada jota de influencia para
introducir la levadura dentro de la masa. Cada hombre y cada mujer
tiene una obra que hacer para el Maestro. Una consagración perso-
nal; una vida santificada para Dios, y el uso de métodos simples, van
a lograr más que cualquier idea que se intente imponer por la fuerza
[...].