“Id por todo el mundo”
139
piedad por las almas por las que Cristo murió, debiera alejar los
pensamientos de cualquier deseo o plan con fines egoístas.
El amor por Aquel que murió por el hombre, ejercerá un poder
limitador sobre nuestra imaginación, nuestros planes y propósitos.
[137]
No planearemos solo por placer o para gratificar nuestros deseos,
sino que nos colocaremos sobre el altar del servicio a Dios para que
él nos use para su gloria. La mente de Cristo debe estar en nosotros
controlando cada pensamiento, cada propósito en nuestras vidas.
Esta es la actitud que nuestras almas debieran mantener siempre ante
Dios. Y lo haremos, si comprendemos el valor de las almas, y si la
verdad tal como es en Jesús está grabada en nuestras vidas. Esta es
la obra a la que fueron llamados: ser misioneros para Dios.
Pero Satanás hace sus planes para hacer fracasar el propósito
de Dios. Coloca planes frente a ustedes, que él sabe que tendrán
éxito en llenarles de dificultades y perjudicar el trabajo misionero,
especialmente de Adelia, y en cierto grado del Hno. Van Horn.
El cuidado por los niños será de tanta importancia que el trabajo
por Cristo será descuidado. Al despertarse el amor materno, que
es el afecto humano más fuerte, la obra de Dios tomará un lugar
secundario, y así Satanás estará obstruyendo el camino que el Señor
había designado.
¡Oh! ¡Si pudieran haber comprendido que la verdad de Dios,
la salvación de las almas, es algo más fuerte, más profundo, más
compulsivo aun que el amor de una madre por sus hijos! Ningún
deseo egoísta debiera echar a perder el trabajo para Dios. El renun-
ciamiento es una agonía para la carne, pero la religión debiera tomar
el timón. La verdad y el amor por Cristo deben ocupar la ciudadela
del alma. Si Dios es puesto en el trono, y si la conciencia es obede-
cida, habrá un lugar preparado en su reino; y eso es mejor que hijos
e hijas.
El Señor le ha dado a Adelia talentos superiores. Si hubieran
sido ejercitados en ganar almas para Jesús, hubiesen resultado todo
un éxito. Su manera suave, dulce y elevadora de enseñar, hubiera
traído muchos hijos e hijas a Jesucristo. La luz del trono de Dios
se hubiese reflejado en ella y, a través de ella otros hubieran sido
iluminados.
Pero siguiendo las sugerencias del enemigo han entrado en un
plan que Dios no podía, ni aun ahora puede aprobar. El enemigo