Página 148 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
la memoria de aquellos con quienes se relacionen—.—
The Youth’s
Instructor, 7 de febrero de 1901
.
El respeto propio es deber de todos
—Debemos buscar una
enseñanza mejor y más profunda que la que el hombre puede brindar.
Debe haber una profunda convicción en nuestras propias almas en
cuanto a que las formas y las ceremonias no son nada sin Cristo.
Él es el alfa y la omega. La verdad es el único manto para cubrir
el alma. Nuestras convicciones deben ser reforzadas cada día con
sincera y humilde oración, y con la lectura de la Palabra. Aunque
cada uno de nosotros tiene una individualidad, y aunque debemos
mantener nuestras convicciones con firmeza, estas deben tenerse
como la verdad de Dios y con la fuerza que él imparte. De otra
manera nos serán quitadas.
Necesitamos tener confianza propia. Es nuestro deber respe-
tarnos a nosotros mismos, pero recordando siempre que somos la
propiedad de Dios; que él ha comprado nuestro cuerpo, alma y es-
píritu por un precio. Debemos mantener la maquinaria viviente en
buenas condiciones para glorificar a Dios. Debe ser lubricada con
su gracia para que pueda funcionar sin fricciones. Si confiamos en
nosotros mismos; si nos exaltamos como si nosotros mismos nos
hubiésemos redimido, no honramos a Dios. Separada de Dios, la
sabiduría humana es necedad; solo produce confusión y perplejidad.
Necesitamos toda la armadura de Dios, porque nuestra única defensa
y protección es la santa influencia del amante Salvador. Él es la úni-
ca y segura salvaguardia contra las estratagemas de Satanás.—
The
Ellen G. White Materials, 1626 (1896)
.
Hemos sido comprados por precio
—El sentimiento de culpa
debe ser dejado a los pies de la cruz del Calvario. El sentido de
pecaminosidad puede envenenar las corrientes de la vida y quitar
la verdadera felicidad. Pero Cristo dice: “Echa sobre mí tu carga;
yo quitaré tus pecados y te daré paz. No te desprecies, pues te
he comprado con mi propia sangre. Me perteneces. Fortaleceré tu
voluntad debilitada y removeré tu remordimiento por el pecado”.—
Manuscript Releases 9:305 (1896)
.
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