Página 150 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
arbusto desgarbado! ¡Mire ese árbol deformado! ¡Mire ese rosal
atrofiado! Me hacen sentir mal porque representan mi vida y mi
relación con Dios”.
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Una forma majestuosa parecía estar caminando detrás de noso-
tros y diciendo: “Recoged las rosas y las lilas, y dejad las espinas
y los arbustos deformados. Y no lastiméis el alma que Cristo ha
elegido para mantenerla”.
Me desperté, y al dormirme otra vez, se repitió el mismo sueño.
Y ocurrió una tercera vez. Ahora quiero que usted lo considere y
que deje su desconfianza, sus penas y sus temores a un lado. Deje
de mirarse a sí misma o a su esposo, y mire a Jesús. Dios le ha
hablado palabras de ánimo; acéptelas y actúe de acuerdo con ellas,
caminando por fe y no por vista. “Es, pues, la fe la certeza de lo que
se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Hebreos 11:1
.
Jesús la sostiene con su poderosa mano y no permitirá que el
enemigo gane la victoria; le dará a usted la victoria. Él es quien tiene
la virtud y la justicia. Si usted se mira a sí misma se desesperará
porque no las encontrará allí; él las tiene, y pueden ser suyas por fe
porque usted ama a Dios y guarda sus mandamientos.
No escuche las mentiras de Satanás sino recuente las promesas
de Dios. Recoja las lilas, las clavelinas y las rosas. Hable de las
promesas de Dios; hable con fe. Confíe en Dios; él es su única
esperanza. Él es también mi única esperanza. Yo también tengo
tremendas batallas con las tentaciones de Satanás para desanimarme,
pero no voy a ceder ni un ápice; no voy a darle una sola ventaja
sobre mi cuerpo o mi mente.
Si se mira a sí misma verá solo debilidad; no verá al Salvador.
Para encontrar a Jesús tiene que mirar hacia afuera. Tiene que mirar
y vivir; mirar a Aquel que se hizo pecado por nosotros, para que
pudiésemos ser limpiados de nuestros pecados y recibiésemos su
justicia.
Ahora Martha, no se mire a sí misma sino a Jesús. Hable de su
amor, de su bondad, de su poder. Él no permitirá que sea tentada
más de lo que puede soportar. Él es nuestra justicia, y es quien
suple nuestras deficiencias porque sabe que no podemos hacerlo
por nosotros mismos. Mientras oro por usted, puedo ver una mano
que se extiende para salvarla. Las palabras de Dios son nuestras
credenciales; debemos aceptarlas. Amamos a Jesús y amamos su