Página 163 - Hijas de Dios (2008)

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La modestia de la mujer cristiana
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hubiera hecho cuando gozaba de buena salud!
Espero, Addie, que tú no seas entrampada como esta pobrecita
lo fue. Espero que seas una verdadera y ferviente cristiana, buscando
día a día a Dios en oración. Nunca estés tan ocupada como para no
tomar tiempo para leer la Biblia y buscar la gracia de Dios en humilde
oración. No sigas el ejemplo de otros en costumbres, acciones o
vestimenta, si las mismas llevan a la indiferencia y la mundanalidad.
No expreses vanidad en el vestido, sino vístete con corrección y
pureza. Busca con fervor la humildad y la mansedumbre de corazón
a fin de obtener una rica experiencia en las cosas de Dios. Aprende
a vencer la vanidad que existe en los corazones no santificados por
la verdad. No seas audaz, sino reservada y modesta.
Muchos te van a mirar y criticar, y comentar si estás siguiendo
los consejos de la Hna. White. No me representes mal, sino busca
dar la influencia correcta; siempre veraz, abierta, sincera y franca.
Desprecia la afectación. No busques la compañía de los muchachos.
Que ellos sepan que hay una niña que no se va a volver loca ante
sus primeras atenciones. Me gustaría que estés preparada para viajar
conmigo y ayudarme si así lo dispusiera.
Tú puedes ver que muchas que se casan, cesan de avanzar y se
conforman con una vida empequeñecida. No tengas temor de buscar
consejo y decirme lo que piensas, que yo trataré de ayudarte en lo
que pueda. Sobre todas las cosas, preserva la femineidad, el dominio
propio y el autocontrol, sin aparentar que lo sabes todo. Sé modesta
en conversación porque a la gente le disgusta que una mujer joven
hable como si lo supiera todo. Es mejor mostrar la sabiduría por
obras y no por palabras y exaltación propia. Se discreta, cuidadosa,
humilde. Debemos aprender cada día en la escuela de Cristo.
Mi querida hija, te he escrito mucho más de lo que pensaba, pero
quizá no tenga la oportunidad de escribirte pronto otra vez.
Me alegra que no vivas en Italia, al menos en este valle, porque
las niñas y las mujeres tienen un trabajo difícil. Trabajan duro, hasta
catorce horas por día, y se les paga veinte centavos. Necesitamos
verdaderos misioneros que trabajen en este valle. Hay algunos que
se llaman misioneros, que son apoyados por otras sociedades en
Inglaterra y reciben altos sueldos, pero no hacen trabajo misionero;
solo se dedican a comer, beber y divertirse.—
Carta 28, 1885
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