El equilibrio en la vida
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de Dios para lograrlo está a su disposición para que la demande; si
la pide, él le dará la gracia y la fuerza en la medida de su necesidad.
Aquello que usted llama “sensibilidad”, no es más que un orgu-
llo que no acepta oposición. El yo debe ser vigilado, disciplinado,
controlado. La mejor dignidad que usted puede poseer es el dominio
propio que soporta la provocación. La religión de Cristo sujetará
cualquier pasión no santificada; estimulará la energía, la disciplina
propia y la industriosidad en los deberes hogareños para practicar
economía, tacto, renunciamiento y aun privaciones, sin murmurar.
Cuando el Espíritu de Cristo mora en el corazón se revelará en el ca-
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rácter, y desarrollará las cualidades y virtudes más nobles. “Bástate
mi gracia”, dice Cristo.
No se desanime si sus deseos y su voluntad se oponen. Jesús la
ama y desea que sea feliz en esta vida y que sea una luz para el mun-
do. Me gustaría que usted, y todo nuestro pueblo, comprendieran lo
que debemos ser, y lo que podemos llegar a ser. Cada día tendremos
pruebas y desánimo, pero Dios nos ayudará en nuestros esfuerzos
y el carácter será desarrollado. Aquellos que no pueden soportar la
cruz y las cargas normales de la vida, fracasarán cuando lleguen
pruebas más duras. Jesús anhela nuestra felicidad, pero no podemos
ser felices viviendo a nuestro gusto y siguiendo los impulsos de
nuestro propio corazón.
Dios desea que usted y su esposo sean un ejemplo digno de
imitarse. Ustedes pueden lograrlo, o él nunca se lo habría requerido.
Su ayuda está en Dios.—
Carta 25, 1882
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