Página 190 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
hijos; vuestro trabajo es moldear sus caracteres siguiendo la voluntad
de Dios. Pero, para recibir la fuerza y el poder que solo Dios puede
dar, debéis ejercitar la fe. Acudid a vuestro Padre celestial para que
os ayude a vencer la tentación de hablar de manera impaciente, dura
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e intencionada el uno al otro. Debido a que no habéis estado bajo el
control de Dios, vuestros caracteres son imperfectos, y la manera de
actuar entre vosotros no ha sido sabia.
Os ruego que os sujetéis al control de Dios. Cuando os sintáis
tentados a hablar provocadoramente, refrenaos de hacerlo. Seréis
tentados en este punto, porque nunca habéis vencido este objetable
rasgo del carácter. Pero cada hábito equivocado debe ser vencido.
Rendíos a Dios, caed sobre la Roca y quebrantaos. Como esposos,
debéis disciplinaros; id a Cristo por ayuda, y él os suplirá gratui-
tamente de su gracia y simpatía divinas. Aquel que durante treinta
años fue un hijo fiel y trabajó en la carpintería de su padre para com-
partir las cargas de la empresa de la familia, les dará a sus seguidores
fuerza y fidelidad para compartir las cargas de la vida hogareña.
Mi hermana, Cristo le ha dado la sagrada tarea de enseñar a sus
hijos sus mandamientos; para estar capacitada para hacerlo, usted
misma debe vivir en obediencia a esos preceptos. Cultive el hábito
de cuidar sus palabras y acciones; especialmente cuide sus palabras.
Controle su temperamento, porque si se manifiesta la impaciencia, le
ayudará al adversario a transformar su casa en un lugar desagradable
y no placentero para los niños.
Todos somos propiedad de Jesús; el dio su vida por rescate para
redimirnos. Mediante ese don, cada familia—incluyendo el padre, la
madre y los hijos—puede ser salva. Mi hermana, ¿no pondrá el poder
de su voluntad bajo el control de Dios con el objeto de ayudar a sus
hijos? En el nombre de Dios, le pido hacer todo esfuerzo posible,
con la ayuda de su esposo, para salvar a sus hijos.
Sobre cada uno de vosotros como padres descansa la responsa-
bilidad de cuidar cada palabra y cada acción, a fin de que vuestra
conducta no rebaje la estima de vuestros hijos por vosotros. Traed al
hogar toda la alegría, el consuelo y el gozo que os sea posible traer.
Mis queridos hermanos Nelson, arrepentíos delante de Dios por
vuestra conducta pasada, llegad a un acuerdo y reuníos otra vez
como esposos. Dejad atrás la desagradable e infeliz experiencia de
vuestra vida pasada. Cerrad las ventanas del alma que dan hacia