Página 201 - Hijas de Dios (2008)

Basic HTML Version

La maternidad
197
Quiero que ambas hagan su trabajo con fidelidad, como si lo
hicieran para Jesús. Y que se esfuercen por tener “el incorruptible
ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima
delante de Dios”.
1 Pedro 3:4
.
Seguramente voy a escribirles otra vez. Adiós, mis queridas hijas.
Sean bondadosas y respetuosas con aquellos que son mayores que
ustedes.—
Carta 3, 1881
.
Es responsabilidad de los hijos cuidar por una madre anciana
Mary Chase era la hermana de Jaime White. Durante su vida, el
pastor White y su esposa habían cuidado de ella. Cuando el pastor
White murió, Elena G. de White consideró que sería difícil para
ella sola continuar con esa responsabilidad. Entonces, le escribió a
la hija de esta mujer, Adeline Savage, mostrándole su deber de
cuidar de su madre
.
Querida sobrina Adeline: Pensé que debías saber cómo está la
condición de tu madre en la actualidad. Ella esta muy débil, necesita
cuidado constante, y no veo cómo me sería posible hacerlo.
Saldremos hoy de Battle Creek en dirección a Otsego. Esperamos
estar en Chicago la próxima semana. El día ocho, comenzaremos
nuestra larga jornada a California. Me siento muy triste de dejar a tu
madre en su presente estado de debilidad. La he provisto de todo lo
que me ha sido posible. Le compré una casa que costó mil dólares
y la amueblé en forma simple con las cosas más necesarias para
su uso. Pusimos a una familia en la casa, una madre y dos hijos,
para que usen la casa como pago por el cuidado de tu madre. El
año pasado ella pagó los impuestos de la casa, pero este año tuve
que hacerlo yo, debido a que ella sufrió un accidente en la casa; su
cocina se incendió y el piso se quemó. Tuve que pagar setenta y
cinco dólares por la reparación.
El hijo de la viuda que cuida de la casa ha estado cinco semanas
enfermo. Durante todo ese tiempo tu madre requirió los cuidados de
un médico y a veces de una enfermera, puesto que nadie en la casa
podía brindarle atención. Según el arreglo, alguien se encargaba de
prender fuego en el hogar para que la casa estuviese caliente; pero
aparte de eso no había otra ayuda.