Página 272 - Hijas de Dios (2008)

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Hijas de Dios
A veces, en medio de su enfermedad, Jaime White comprendía
que sus acciones no habían estado en armonía con sus buenas
intenciones. En 1879 les escribió a su hijo William y su nuera Mary:
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“Quisiera llamar la atención de ustedes a un asunto de seria
importancia. Queridos hijos, probablemente he errado en decir cosas
muy hirientes al escribir acerca de los errores de mentes jóvenes.
Mi naturaleza es desquitarme cuando soy puesto bajo tensiones sin
medida. Desearía ser un hombre mejor”.—27 de febrero de 1879.
No sabemos exactamente lo que ocurrió después que Elena
G.
de White escribió la cuarta carta de la serie, donde pedía a su
amiga que las destruyera. Sin embargo, sabemos que en menos de
diez días de haber escrito la última carta, Elena
G.
de White viajó
para acompañar a su esposo al congreso en Kansas. En realidad, el
mismo día en que ella escribió la tercera carta a su amiga, también
le escribió a su esposo lo siguiente:
“Me entristece haber dicho o escrito cosas que te afligieron.
Perdóname, y en adelante seré mucho más cuidadosa de no comenzar
temas que puedan molestarte o irritarte”.—
Carta 27, 1876
.
Desafortunadamente, el pastor White nunca se recuperó total-
mente de su enfermedad. Tenía sus días buenos, pero estaban mez-
clados con períodos de depresión. Un comentario hecho por el
presidente de la Asociación General dos años después de la muerte
de Jaime White, muestra la interpretación caritativa que sus cola-
boradores le daban a ciertas acciones que eran inducidas por la
enfermedad:
“Nuestro querido hermano White pensaba que éramos sus enemi-
gos porque no veíamos las cosas como él las veía. Pero nunca me
molesté contra este hombre de Dios, este pionero que trabajó tan
arduamente por la causa. Siempre atribuí sus actitudes a su enfer-
medad y dolencias”.—Carta de G. I. Butler a J. N. Andrews, 25 de
mayo de 1883.
Creemos que este breve repaso de las circunstancias en las que
Elena G. de White escribió estas cuatro cartas a Lucinda Hall, puede
proporcionar la perspectiva necesaria a los lectores que examinarán
estas cartas que Elena G. de White solicitó que se destruyeran.—
Patrimonio White, 6 de agosto de 1987
.