Mujeres notables del Nuevo Testamento
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La mujer lo miró sorprendida. Había tenido éxito en despertar
su interés e inspirarle respeto. Ella percibió que Cristo no estaba
aludiendo al agua del pozo de Jacob, puesto que ella había bebido
de la misma, y había experimentado nuevamente sed. Con una fe
notable, la mujer le pidió que le diera del agua de la que él hablaba a
fin de no tener más sed, ni necesitar venir a sacar agua del pozo [...].
Jesús cambió ahora abruptamente el tema de conversación; le
pidió que llamara a su esposo. La mujer respondió con franqueza,
diciendo que no tenía esposo. Este era el punto que Cristo deseaba
alcanzar para demostrar a la mujer que tenía el poder para leer la
historia de su vida aunque no la hubiera conocido. Se dirigió a
ella, diciéndole: “Bien has dicho: “No tengo marido”, porque cinco
maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido. Esto has
dicho con verdad”.
Vers. 17-18
.
Jesús tenía en vista un doble propósito; deseaba despertar su
conciencia en cuanto a su pecaminosa manera de vivir, y deseaba
probarle que ojos más que humanos habían leído los secretos de su
vida. Y la mujer, aunque no comprendía totalmente lo pecaminoso
de su manera de vivir, sí se asombró del conocimiento que este
extraño poseía. Con profunda reverencia le dijo: “Señor, me parece
que tú eres profeta”.
Vers. 19
[...].
Las palabras de verdad que salieron de los labios del divino
Maestro agitaron el corazón de su interlocutora. Nunca había escu-
chado tales cosas ni de los sacerdotes, ni de los judíos, ni aun de
su propio pueblo. Las impresionantes enseñanzas de este descono-
cido llevaron su mente hacia las profecías que señalaban al Cristo
prometido; porque los samaritanos, así como los judíos, esperaban
su venida. “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo”, dijo
ella, “cuando él venga nos declarará todas las cosas”. Y Jesús le
respondió: “Yo soy, el que habla contigo”.
Vers. 25-26
.
¡Bendita mujer de Samaria! Durante el diálogo se había sentido
como en la presencia divina, y ahora alegremente reconocía a su
Señor. No le pidió, como los judíos, que hiciera un milagro que pro-
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bara su carácter divino. Aceptó sus palabras con perfecta confianza,
y no cuestionó la santa influencia que de él emanaba.—
The Spirit of
Prophecy 2:141-145 (1877)
.
Salió publicando la noticia: “Venid, ved a un hombre que me ha
dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?”
Vers. 29
. El