Las mujeres llamadas a servir
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ablandamiento y el quebrantamiento de los corazones duros.—
Carta
133, 1898
.
El valor de la organización
—La obra que Ud.
está haciendo
para ayudar a nuestras hermanas, a fin de que sientan su respon-
sabilidad individual ante Dios, es una obra buena y necesaria. Ha
sido descuidada durante mucho tiempo. Pero cuando esta obra se
traza con líneas claras, sencillas y definidas, podemos esperar que
los deberes hogareños, en vez de ser descuidados, serán hechos mu-
cho más inteligentemente. El Señor quiere que nosotros siempre
hagamos resaltar el valor del alma humana ante aquellos que no
comprenden su valor.
Si podemos hacer arreglos para que haya grupos organizados,
regulares, inteligentemente instruidos en lo que atañe a la parte que
deben realizar como siervos del Maestro, nuestras iglesias tendrán
una vida y vitalidad que hace mucho que necesitaban. Se apreciará
la excelencia del alma que Cristo ha salvado. Nuestras hermanas
generalmente sufren debido a que sus familias aumentan y no se
aprecian sus pruebas. Por mucho tiempo he anhelado que hubiera
mujeres que pudieran ser educadas para ayudar a nuestras hermanas
a levantarse de su desánimo y sentir que podrían hacer una obra para
el Señor. Esto es hacer brillar rayos de sol en sus propias vidas, que
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se reflejan en los corazones de otros. Dios la bendecirá y a todas las
que se unan con Ud. en esta gran obra.—
Carta 54, 1899
.
El Señor tiene una obra para las mujeres
—El Señor tiene una
obra tanto para las mujeres como para los hombres. Ellas pueden
ocupar sus lugares en la obra de Dios en esta crisis y él trabajará
por medio de ellas. Si están imbuidas con el sentido de su deber y
trabajan bajo la influencia del Espíritu Santo, tendrán precisamente
el dominio propio que se requiere para este tiempo. El Salvador
reflejará sobre estas abnegadas mujeres la luz de su semblante y les
dará un poder que sobrepuje al de los hombres. Pueden hacer en las
familias una obra que los hombres no pueden hacer, una obra que
llega hasta la vida íntima. Pueden acercarse al corazón de aquellas
personas a las cuales los hombres no pueden llegar. Se necesita su
obra.—
The Review and Herald, 26 de agosto de 1902
.
Dirigida a una mujer de amplia actuación pública, que se había unido a la Iglesia
Adventista del Séptimo Día.