Capítulo 32—Precauciones que deben observarse
cuidadosamente
La obra en los barrios bajos no debe presentarse como una
aventura
—Deben ser tomadas precauciones en este último trabajo
que los mortales realizarán. Hay un peligro en trabajar así depen-
diendo de la fantasía de la mente de personas que son completamente
incompetentes para encargarse de la sagrada obra de Dios y que se
consideran a sí mismas señaladas por el cielo para trabajar por los
perdidos y caídos. Si todas las experiencias, placenteras y desagra-
dables, se describieran, no habría tantos inducidos a esta clase de
trabajo. Muchos se alistan en la obra porque aman lo que es sensa-
cional y excitante. Pero a menos que ellos den todas sus energías a
esta gran obra de salvar almas, revelan que no tienen el verdadero
espíritu misionero.—
Manuscrito 177, 1899
.
El peligro al trabajar por los perdidos
—En cada esfuerzo pa-
ra mantener el alma con toda diligencia, el hombre necesita del poder
sostenedor de Dios. Hay peligro, un peligro constante, de contami-
narse al realizar la obra entre los caídos y degradados. ¿Por qué,
entonces, hombres y mujeres se exponen a sí mismos al contacto con
este peligro, cuando no están preparados para resistir a la tentación,
y cuando no tienen suficiente fuerza de carácter para el trabajo?
En la mente de más de un joven ocupado en el así llamado trabajo
médico-misionero, se produce un efecto completamente diferente
del que el médico o cualquiera de sus colaboradores se imagina
No es cuidadoso al considerar las asechanzas que Satanás le tiende
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en su nueva y peligrosa carrera, y gradualmente se aparta de la vida
del hogar y de sus saludables influencias. Delante de cada uno de
esos jóvenes debe señalarse este peligro. En cada lugar donde estén
trabajando hombres y mujeres en favor de los perdidos, alguien debe
asumir esa grave responsabilidad, o los obreros se irán rebajando en
sus modales, sus palabras y sus principios.
Esto se refiere al Dr. J. H. Kellogg, que presidía una obra creciente en favor de los
depravados y perdidos.—
Los compiladores
.
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