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Mensajes Para los Jóvenes
¿Cómo puede el que alguna vez ha probado el amor de Cristo,
satisfacerse con las frivolidades de la moda? Mi corazón se apena
al ver a los que profesan ser seguidores del manso y humilde Jesús,
tan ansiosos por adaptarse a la norma mundana de vestir. Apenas
pueden ser distinguidos del incrédulo, a pesar de su profesión de
piedad. No gozan de una vida religiosa. Dedican su tiempo y sus
medios al solo objeto de vestirse para hacer ostentación.
El orgullo y la extravagancia en el vestir es un pecado al que
tiene especial tendencia la mujer. De aquí que el mandato del apóstol
se refiera directamente a ella: “Asimismo que las mujeres se atavíen
de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso,
ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como
corresponde a mujeres que profesan piedad”
Se necesita una reforma
Vemos que gana constantemente terreno en la iglesia un mal
que la Palabra de Dios condena. ¿Cuál es el deber de los que tienen
autoridad, con respecto a este asunto? La influencia de la iglesia,
¿será lo que debiera ser, mientras muchos de sus miembros obedecen
los dictados de la moda, en lugar de la voluntad de Dios, claramen-
te expresada? ¿Cómo podemos esperar la presencia y ayuda del
Espíritu Santo mientras permitimos que estas cosas existan entre no-
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sotros? ¿Podemos guardar silencio mientras los profesos seguidores
de Cristo ponen a un lado sus enseñanzas? Estas cosas causan pena
y perplejidad a los que tienen a su cargo el cuidado de la iglesia de
Dios. ¿No reflexionarán sinceramente mis hermanos cristianos, ora-
rán sobre este asunto? ¿No tratarán de dejarse guiar por la Palabra de
Dios? El tiempo extra gastado en la preparación de la indumentaria
de acuerdo con las modas del mundo, debería dedicarse a un examen
prolijo del corazón y al estudio de las Escrituras.
Las horas que ahora se pueden considerar peor que malgastadas
porque se las dedica a preparar adornos innecesarios, serían más
valiosas que el oro si se las emplease en adquirir principios rectos
y dotes sólidas. Me duele el corazón al ver señoritas que profesan
seguir a Cristo y que ignoran prácticamente su carácter y voluntad.
Estas jóvenes se han conformado con alimentarse de desperdicios.
1 Timoteo 2:9, 10
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