Página 107 - El Ministerio M

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A un joven médico desanimado
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fija en la vida de personas defectuosas, de quienes pretenden ser
cristianos, sino contemplando a Cristo, el Enviado de Dios, quien en
este mundo y en su naturaleza humana vivió una vida pura, noble y
perfecta, estableciendo así un ejemplo que todos pueden seguir con
seguridad.
El Señor le está extendiendo la mano para salvarlo. Anhelo ver
que usted responda a su invitación: “¿O forzará alguien mi fortaleza?
Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo”.
Ha habido muchas cosas que lo han tentado a que vacile en su
fidelidad a la verdad, pero el Salvador ha estado dispuesto a guiarlo
en cada paso. Dios reclama como sus ayudadores a hombres jóvenes.
Samuel era tan sólo un niño cuando el Señor lo usó para efectuar
una obra buena y misericordiosa...
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Hay que edificar un carácter para la eternidad
Aunque algunos sirven en las filas del enemigo, nadie necesita
abandonar al Señor. Ilumine su alma con la luz de la Palabra de Dios.
Recuerde que cada día está edificando su carácter para esta vida y
para la eternidad.
Lo que la Biblia enseña acerca de la edificación del carácter es
muy explícito. “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho,
hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús”. Colóquese bajo su
control, y luego pida su poder protector. Él dio su vida por usted. No
le cause aflicción. Tenga cuidado con todo lo que diga o haga. Cristo
desea que usted sea ante otros hombres jóvenes, su representante, su
médico misionero evangélico comisionado.
Recuerde que la religión en su vida no debe ser solamente una
influencia entre otras, sino la influencia que domine a todas las de-
más. Sea estrictamente temperante. Resista todas las tentaciones. No
haga ninguna concesión al astuto enemigo. No escuche las suges-
tiones que él coloca en boca de hombres y mujeres. Usted tiene una
victoria que ganar. Tiene que obtener nobleza de carácter; pero no
puede lograr estas cosas mientras está deprimido y desanimado por
los fracasos. Rompa las ataduras con las que Satanás lo ha atado. Es
innecesario que usted sea su esclavo. Jesús dijo: “Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando”.